Los peligros de mal interpretar el amor


2018-04-03 |  No podemos ignorar las señales de peligro cuando queremos iniciar una relación romántica,  podrían convertirse en trampas que lastiman


Sixto Porras*

El amor es noble, no hace nada indebido, no es egoísta, ni autocomplaciente, no posee, ni manipula. Tampoco tiene intenciones ocultas. El amor hace grande a la otra persona, le ayuda en su crecimiento personal y le permite ser ella misma. No pone en riesgo sus sueños, ni su proyecto de vida, más bien, le ayuda a cumplirlos.

Las relaciones saludables nos dan crecimiento, pero las malas interpretaciones acerca del amor son peligrosas. Muchas personas en nombre de lo que llaman “amor”, han permitido la humillación y el maltrato de sus parejas, envolviéndose en relaciones de codependencia que los han llevado a sentirse denigrados, cansados y sin salida.

La dependencia; el abuso emocional; la agresión; el engaño; las malas intenciones; la obsesión; el capricho; abandonar todo por “amor”; la “perfección”; la rapidez; por venganza; para olvidar un viejo amor; ser quien no somos por “amor”; estar locamente enamorados y sufrir mucho; conocernos solo por Internet; no ver las señales de peligro. Y la lista de las trampas del amor puede ser más amplia de lo que imaginamos.

¿Cuáles son los principales peligros de mal interpretar el amor?



  • Idealizar en exceso a la persona de la que se enamora



El enamoramiento puede conducir a una relación sin sentido y corresponder a una conquista egoísta. El flechazo inicial no es suficiente. Luego de experimentar la atracción, debemos cultivar una verdadera amistad. Ni la conquista ni el romance pueden apresurarse, porque podría lastimar la relación de amigos que hemos venido forjando. Recuerde, por el sendero del amor se camina lentamente.

No distinguir al conquistador experto

El conquistador es una persona calculadora, egoísta y autocomplaciente. Utiliza las frases correctas, toma la pose adecuada y dice lo mismo siempre. Es aquel hombre o mujer que lo que casi siempre busca es pasar la noche con alguien, o al menos, acercarse físicamente tanto como pueda. Esa conquista solo se utiliza para obtener lo que se desea, degradar a la otra persona, hacerle perder su dignidad y convertir todo en un juego y en un instrumento de satisfacción propia. Ese “amor” muere rápidamente y deja huellas que duelen. Generalmente las personas que sucumben ante sus encantos se sienten usados y frustrados; acceden porque tienen una necesidad afectiva que necesitan trabajar con un profesional para no repetir este tipo de relaciones en el futuro.

Apresurar la relación

Las personas se apresuran porque piensan que el amor es un golpe de suerte, donde no es indispensable conocer a la otra persona, sino que es una cuestión del azar. También puede ser por tener el sentimiento de que esto “nunca nos había pasado”, “nunca lo habíamos sentido”, y por lo tanto, creemos que debe ser cierto lo que estamos experimentando. Otra causa es por el temor de perder a quien creemos amar. Esto es producto de sentimientos de inseguridad y de una baja autoestima, o de haber sido heridos en una relación previa.

Caer en una relación enfermiza

Hay personas que, al no enfrentar sus problemas personales, pueden caer en relaciones enfermizas, en donde con tal de ser amadas soportan todo creyendo que es amor. Si una persona con tal de mantener la relación debe abandonar sus sueños, proyectos, familia, amigos, actividades deportivas o carrera, definitivamente no está en una relación saludable. No podemos confundir amor con “soportarlo todo”. Sí, en el amor hay que pagar un precio, y quien no está dispuesto a pagarlo no logrará relaciones saludables. Pero este precio nunca puede ir en contra de nuestra dignidad como personas. Para que una relación tenga futuro, el nivel de tolerancia tiene que ser alto, pero esto no tiene nada que ver con ningún tipo de abuso.

Creer que la felicidad depende del otro

En el amor no hay codependencia, más bien nos complementamos. En el amor, cada uno es responsable de su vida, y decidimos caminar juntos en una relación interdependiente. La relación se enferma cuando hago que mi felicidad dependa de la otra persona; cuando no puedo hacer nada por mí mismo sin el consentimiento de alguien más. El amor crece a partir del encuentro de dos personas que se saben ellas mismas, se respetan mutuamente y se permiten complementar.

Caer en la trampa de los años

Una de las trampas más frecuentes es creer que, por tener muchos años y experiencia, podemos saltar las etapas del amor. “Bueno, de por sí, somos viejos, maduros y sabemos qué queremos”. El hecho de que las personas tengan experiencia, no significa que se pueden saltar los ingredientes fundamentales de ser amigos primero, añadir el tiempo suficiente para conocernos, tomar consejo de personas que nos aman y utilizar el sentido común. Precisamente porque han pasado los años, es indispensable no ignorar que toda relación romántica requiere más prudencia, porque la personalidad, las costumbres, los hábitos y el carácter están muy definidos.

Creer en la ilusión de las redes sociales

Es difícil conocer bien a alguien en Internet porque solo dialogamos sobre lo positivo de nosotros. Nunca conoceremos su entorno, sus amigos, su ambiente familiar, su sentido de responsabilidad, sus momentos difíciles y cómo responde a los desafíos. Es difícil enojarse con alguien a quien solo vemos ocasionalmente y se conecta solo cuando se siente bien. A la distancia, solo hay tiempo para idealizar, pero no para amar de verdad. Muchos se han enamorado en Internet y, con el tiempo, han logrado una auténtica relación, porque a pesar de que se conocieron por este medio, se dieron la oportunidad de interactuar personalmente sin adelantar las etapas propias del amor.

No podemos ignorar las señales de peligro que puedan surgir en cualquier relación romántica, porque podrían convertirse en trampas que lastiman. El amor es un arte que se aprende.







*Sixto Porras. Director Regional de Enfoque a la Familia.  Autor de los libros: «Amor, Sexo y Noviazgo», «De Regreso a Casa», y «El Lenguaje del Perdón». Coautor de: «Traigamos a los pródigos de regreso al hogar» y «Meditaciones en Familia». Esposo de Helen, y padre de Daniel y Esteban. Su pasión es ayudar a las familias a mejorar.