Perdonar para volver a vivir


2018-12-11 | Es en lo íntimo de nuestra relación con Dios encentraremos reposo y paz, porque somos consolados



Sixto Porras*

(Adaptado del Libro "El Lenguaje del Perdón")

Tenemos que aprender a cerrar ciclos en la vida, y esta época es un buen momento para intentarlo. Es tiempo de sanar las heridas que aún duelen y afectan las relaciones presentes.

Quien no perdona se enferma y tiende a lastimar a quienes le rodean. Cuando hemos sido heridos y dejamos que la amargura nos domine, perdemos la ilusión por la vida, se mina la salud, tanto física como emocional y, sin darnos cuenta, herimos a quienes tenemos cerca. Es tiempo de perdonar para tender puentes que nos lleven a la reconciliación.

El primer paso para vivir el proceso del perdón, es reconocer que estoy herido y que necesito recobrar la capacidad de confiar en los demás. Inicie el proceso del perdón, expresando lo que siente. Identifíquese con su dolor, no para volver a vivirlo, sino para dejarlo ir, para soltarlo y experimentar la libertad que otorga el perdón. 

A algunas personas les ayuda escribir lo que sienten, es como una forma de expresar lo que vivieron. En un lugar tranquilo y privado, donde experimente libertad, exprese lo que le duele, hable con la persona que le lastimó como si estuviera ahí, perdone y pida perdón, llore, y decida que al exponer el dolor lo dejará ir para siempre. 

Es importante que luego de estos momentos íntimos, tome tiempo para encontrarse con Dios y dispóngase a alabarlo hasta que una paz profunda inunde todo su ser. Son formas prácticas que nos permiten dejar ir lo que duele, encontrar la paz y recibir el perdón de Dios. Nada es más liberador que sentirse perdonado por Dios y perdonar a quienes nos han ofendido. “Tú guardas en completa paz a quien siempre piensa en ti y pone en ti su confianza.” (Isaías 26:3, RVC) 

Jesús solía apartarse para orar y hablar con el Padre, así lo hizo antes de ir a la cruz, y fue consolado por ángeles. Su dolor era tan fuerte que su sudor se mezclaba con sangre que brotaba de su frente. Jesús fue a donde sabía que encontraría consuelo. 

Es en lo íntimo de nuestra relación con Dios que nuestro corazón encuentra reposo y paz, porque somos consolados. Tal y como lo expresa el salmista: “El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias.” (Salmos 28:7, NVI) Deje que la Palabra de Dios le inspire, le anime y le guíe en el proceso de encontrar paz. Es tiempo de dejarse amar por Dios y de tomar para usted las promesas encontradas en la Biblia. “El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes.» (Deuteronomio 31: 8, NVI). Dios no permitirá que vivamos ninguna prueba que no podamos sobrellevar y superar, y en cada una de ellas nos dará la fuerza y la gracia necesaria para salir victoriosos. 

Se perdona soltando lo que duele y rompiendo la lista de las deudas pendientes. Se perdona insistiendo en creer que eso ya pasó, y que, por más que lo intentemos, no podemos devolver el tiempo para cambiar lo que hicimos o lo que nos hicieron. Por eso, se perdona dejando de hacer viajes a los recuerdos dolorosos del pasado y viviendo el presente con libertad. 

El perdón, es gracia inmerecida. Lo ejemplifica Jesús poniendo de pie a la mujer pecadora que le besa los pies y le dice: “Tus pecados quedan perdonados.” (Lucas 7: 36-50NVI) Ella no hizo nada para merecerlo, simplemente lloró su pecado, soltó su culpa y recibió el regalo del perdón. 

El perdón no es un evento único, es un proceso, una decisión sostenida en el tiempo hasta que produce la paz que estamos buscando y la libertad que necesitamos.

Elabore una lista de los beneficios que tendrá si perdona, elabore su lista de lo que ha dejado de disfrutar por permitir que le dominen los deseos de venganza. 

Si fuera necesario, busque la ayuda de un especialista que le guíe en el proceso. La paz no tiene precio, es algo que debemos procurar a toda costa. 

En este proceso busque el respaldo de su familia. Una esposa dijo: “En estos días fui consciente que llevaba sobre mis hombres un peso muy grande. Cuando era niña fui abusada sexualmente y esto me ha marcado toda la vida. Decidí hablarlo con mi esposo y con mis hijas. Ellos me abrazaron, me amaron y me respaldaron. Fue un momento para llorar con ellos y arrancarme el peso de un secreto doloroso. A partir de aquel día, mis hijas me expresan más su amor y mi esposo está más pendiente de mí. Me pregunto: ‘¿por qué no lo había hecho antes?’ Pero ahora vivo en paz, porque solté y dejé ir un peso muy grande. Hoy no me cambio por nadie”. 

No importa lo grave que ocurrió, siempre seremos amados por Dios y Él viene a rescatarnos como a hijos amados. No estamos solos en esta lucha, Dios nos lleva cerca de su pecho como a ovejas recién nacidas para consolarnos, amarnos y darnos paz. “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.” (Juan 14:27, RVC) 







*Sixto Porras. Director Regional de Enfoque a la Familia. Autor de los libros: «Amor, Sexo y Noviazgo», «De Regreso a Casa», «Hijos Exitosos», «El Lenguaje del Perdón» y «Cree en ti». Coautor de: «Traigamos a los pródigos de regreso al hogar» y «Meditaciones en Familia». Esposo de Helen, y padre de Daniel y Esteban. Su pasión es ayudar a las familias a mejorar.