7 Verdades para recordar cuando te sientes rechazado


2019-10-21 | El rechazo es inevitable, pero tu manera de reaccionar hace la diferencia.


Por Lindsey Lee

El rechazo es poderoso. Tú confías en alguien y luego… ¡Boom! sucede lo inesperado. Algunas veces el rechazo es malicioso; otras veces, eres rechazado por conveniencia o preferencia y, al final, sales lastimado por accidente. A veces sucede por equivocación, otras veces no; pero, de cualquier manera, duele. ¿Cómo debemos responder cuando nos sentimos rechazados?

Estas son siete verdades para recordar:

La autocompasión es una decisión que no tienes que tomar

Cuando has sido rechazado por un amigo, puedes elegir quedarte aferrado a tus sentimientos de autocompasión o puedes elegir la aflicción por un tiempo mientras enfocas tu mirada en Cristo. Recuerda, tu identidad no la encuentras en la opinión que las personas tengan sobre ti. Tu identidad está en Jesús. No permitas que la amargura se apodere de ti.

Jesús nunca te rechazará

Puede que tus amigos te rechacen, pero Jesús promete nunca abandonarte. Tu novio/a podría rechazarte, pero Jesús es siempre 100 por ciento digno de confianza.

Mientras lidias con el aguijón del rechazo, calma tu corazón con esta verdad: «Porque, aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá» (Salmo 27:10).

Cualquier cosa que te haga necesitar a Dios es una bendición

La autora Nancy DeMoss de Wolgemuth dice a menudo esta frase en su libro Mentiras que las jóvenes creen, y es muy cierta: «Si has sido rechazada, admite el dolor. Luego, reconócelo como una oportunidad para experimentar una relación más profunda y más dependiente con tu Amigo más fiel». Yo sé que el rechazo no se siente precisamente como una «bendición», y eso está bien. No tienes que fingir que lo es. Puedes simplemente descansar, sabiendo que un fruto dulce y espiritual saldrá de esto si le permites a Él obrar y sanar.

Acepta el reto…

Mira este rechazo como una prueba. Tu reacción revelará el tipo de carácter que se esconde bajo la superficie de tu corazón. ¿Vas a poner la otra mejilla? ¿Lo aceptarás con gracia o devolverás mal por mal? Cuando la otra persona ha actuado insensatamente o ha pecado en tu contra, ¿extiendes perdón sin condiciones?

Cada rechazo, cada dolor en el corazón y cada decepción es una oportunidad para responder como Cristo, quien enfrentó muchos rechazos por nuestro bien.

… Y no te canses de amar

Dependiendo de la situación, amar puede incluir establecer límites apropiados, orar para que él o ella crezca en Cristo y mostrar gracia y perdón si tú también te equivocaste. En las situaciones donde no es sabio mantenerse cerca (o algunas veces en contacto) es importante continuar deseando el bien espiritual de la otra persona. Sí, incluso si tiran la toalla a la hora de buscar tu bien, porque no hay condiciones para amar a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:31).

Humíllate

¡El rechazo hiere! Pero es también una oportunidad para no centrarte en ti mismo. La vida no se trata de mí o de ti. Se trata de Jesús.

Da de gracia, lo que de gracia recibiste

¿Alguna vez has pensado que no puedes superar el amor de Dios? Tu cuidado por otros puede que supere el cuidado de ellos hacia ti, pero el cuidado de Dios siempre superará el tuyo. ¡Siempre!

El Creador de todo ha puesto su eterno amor en ti y te ha llenado con su Espíritu Santo. No importa cuán profundamente has sido rechazada, aún puedes tener amor disponible para extender a los demás.

Escucha las palabras que Cristo nos da en Mateo 10:7-8: «Y cuando vayáis, predicad diciendo: ‘El reino de los cielos se ha acercado’ Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia».

Debido a que Dios te ha concedido amor y misericordia con creces, eres libre de regalarlo a los demás.

La fuente de nuestro amor es Dios mismo, no el afecto que tengamos hacia los demás; lo que significa que nosotros no tenemos que depender de otros para llenar nuestro «tanque de amor». Nosotros hemos recibido gracia y amor gratuitamente, de manera infinita; entonces, ¿qué puede impedirnos que ese mismo amor se extienda a otros?