La gratitud, un estilo de vida. Parte I


2017-09-08 | Un corazón agradecido no olvida ninguno de los beneficios que Dios le ha dado.


Sixto Porras*

Director Regional de Enfoque a la Familia

 

La gratitud es el sentimiento que se experimenta cuando una persona estima el favor recibido, el beneficio o el servicio que alguien le ha dado. Es una forma de corresponder a ese favor.

La gratitud se expresa con palabras, obsequios, detalles, amabilidad, afecto y de cualquier forma que nos permita hacer sentir valorada a la otra persona. Ser agradecido es un sentimiento y se traduce en una acción.

La gratitud es una de las características más nobles que pueden identificar a las personas. Es una virtud que todos debemos desarrollar porque nos acerca a los demás, y hace más agradable la convivencia.

La gratitud una vez que se ha convertido en un estilo de vida, porque se convirtió en un hábito, transforma a la persona en alguien generoso que aprecia hasta el más pequeño detalle.

La gratitud solo surge de un corazón humilde y suele alcanzarse cuando hemos desarrollado la habilidad de observar, reconocer y apreciar.

Un corazón agradecido no olvida ninguno de los beneficios que Dios le ha dado y brota de un corazón contemplativo que sabe apreciar el gesto amable de un extraño, la llamada de un amigo y la sonrisa de un niño.

La gratitud nos permite reconocer el amor, la bondad y los favores que vienen de la mano de Dios. Ser agradecido rejuvenece, renueva las fuerzas y arranca sonrisas.

Un corazón agradecido le otorga sentimientos nobles a las demás personas y protege sus emociones de la amargura, el resentimiento y la envidia.

Una persona agradecida siempre está satisfecha, porque ha aprendido a vivir con alegría en cualquier circunstancia.

Normalmente una persona agradecida ha enfrentado dificultades que le permiten ver la vida desde otra óptica y desprende de su interior la más noble de las emociones humanas. Es por eso que se debe de aprender a vivir con gratitud tanto en la abundancia como en la escasez. Es valorar cuando se tiene mucho como cuando también se tiene poco y apreciar la generosidad de las personas.

No se necesita tener mucho para ser agradecido, solo se requiere un corazón humilde y sensible. La gratitud, nos convierte en personas más compasiva y bondadosas.

Una persona agradecida normalmente es alguien positiva, experimenta una profunda paz, no tiene altas expectativas de las personas, presenta sus necesidades delante de Dios, y aprende a apreciar hasta el más pequeño detalle.

Debemos dar gracias siempre, si lo interiorizamos lo podemos convertir en un hábito, y es cuando ser agradecido se convierte en un estilo de vida.

La gratitud tiene poder en las personas y expresa respeto, aprecio, alegría y realización.

La gratitud propicia un ambiente familiar más feliz, relajado y agradable.

Es fundamental que seamos siempre agradecidos, que demos gracias por todo y a todos, porque da valor a la vida y sentido a lo que hacemos y tenemos.

La gratitud es un hábito que debe estar siempre presente en medio de la familia, porque una familia agradecida valora como incalculable aquello que se tiene.

Una familia sin gratitud y bondad es aquella que esta propensa a un clima de hostilidad y conflicto, donde se dan órdenes, se reprime constantemente, se exige y en la que sus miembros se valoran muy poco.

En un hogar sin gratitud hay enojo, decepción y dolor; pero al hacer prevalecer la gratitud, surge la posibilidad de trabajar en equipo más fácilmente, la comunicación es agradable y hay más aprecio.

 

¿Qué nos impide ser agradecidos?

Creer que las personas están en deuda con nosotros.

El orgullo.

La vanidad.

El egocentrismo.

La amargura.

 

La gratitud surge cuando las personas en autoridad lo viven y lo transmiten de forma natural a quienes integran el grupo familiar.

Lo opuesto a agradecer es reclamar, imponer, exigir y demandar; esto produce falta de aprecio por aquello que se tiene e incluso por quienes están cerca de nosotros. De esta manera, la vida se vuelve insípida, sin sentido, nada está bien y nada nos satisface.

Esta virtud hace que lo pequeño sea grande y lo que hay sea suficiente. No tenemos otro camino, nacimos para ser agradecidos con Dios y con las personas que amamos.

Sin embargo, esto no significa desconocimiento o insensibilidad a los momentos difíciles, de dolor o sufrimiento que puedan experimentar las personas y familias. Tomando en cuenta las adversidades y obstáculos, se debe tener la convicción de que hay esperanza y posibilidades para vivir tiempos mejores. Aún en la oscuridad de los momentos difíciles, se debe recurrir a Dios procurando fortaleza y ánimo para salir adelante, siempre agradeciendo su amor y misericordia.

La gratitud es una emoción positiva que surge cuando nos concentramos en las cosas buenas y trascendentes de la vida y en el lado positivo de la experiencia.

Para ser agradecidos tenemos que detenernos para contemplar, apreciar y valorar lo que nos rodea, las personas y los detalles. Para lograrlo se requiere tener la actitud correcta.

Estar consciente de lo que nos ocurre y tomar un momento para reflexionar sobre lo que estamos experimentando, es lo que nos permite ser agradecidos y sentirnos afortunados por lo que somos, vivimos y tenemos.

   

* Sixto Porras. Director Regional de Enfoque a la Familia. Autor de los libros: «Amor, Sexo y Noviazgo», «De Regreso a Casa», y «El Lenguaje del Perdón». Coautor de: «Traigamos a los pródigos de regreso al hogar» y «Meditaciones en Familia». Esposo de Helen, y padre de Daniel y Esteban. Su pasión es ayudar a las familias a mejorar.