Silenciando el ruido


2023-03-27 | Para escuchar a Dios primero necesitamos darle tiempo para que nos hable


Por Kelly Needham*


En Dios solamente espera en silencio mi alma;


de Él viene mi salvación.


Solo Él es mi roca y mi salvación,


mi baluarte, nunca seré sacudido…


Alma mía, espera en silencio solamente en Dios,


pues de Él viene mi esperanza.

Después de pasar una tarde en la casa de una amiga, has perdido tu teléfono. Recuerdas haberlo puesto en vibrador, así es que pides prestado el teléfono de alguien para llamar y gritas a todas en la habitación, “¡Silencio!” ¿De qué otra manera escucharías el sonido bajo del vibrador?  Como nuestros teléfonos son importantes, haremos lo que se necesite para “escucharlo” cuando lo hemos perdido.

¿Es Dios lo suficientemente importante para nosotros que haremos lo que sea para escucharlo? En 1 Reyes 19, Dios no se reveló a Elías en un terremoto o en el fuego, sino en el “susurro de una brisa apacible.” (v.12) A menos que acallemos el ruido en nuestra vida, ¿Cómo podremos escuchar el leve susurro de Dios? Para tener una vida de oración que escucha, necesitamos aprender a esperar en Dios en silencio.

Reconociendo el ruido

Cualquier cosa que mantiene el corazón y la mente en un estado de ires y venires (en lugar de espera y estar) es una forma de ruido. Nuestro mundo valora extremadamente la productividad y por lo tanto nos presiona a que llenemos nuestros días de principio a fin con el ruido de las tareas, personas, información y entretenimiento. Pueden pasar semanas y meses sin un solo momento de silencio en el día. ¿Cómo podemos escuchar a Dios si ni tiempo le damos para hablar, exigimos que Él se acomode a nuestro horario, asignándole media hora de nuestro tiempo en la mañana y ni un minuto más?

Para poder acallar el ruido, primero debemos reconocerlo. No estamos hablando de un sonido literal que podemos bloquear con tapones para los oídos. Este tipo de ruido mantiene a nuestra mente y emociones tan ocupadas que no hay espacio para la comunión con Dios. Aquí hay algunos ejemplos:

-Tareas: listas de quehaceres, rutinas, pagos, responsabilidades en casa o iglesia, escuela.

-Personas: interacciones con niños, familia, amigas, reuniones, llamadas, mensajes de texto, comunicaciones electrónicas, o en los medios sociales.

-Información: los posts que aparecen en Twitter, Facebook, blogs y artículos, libros, documentales, investigación en línea.

-Entretenimiento: películas, programas de televisión, videos de YouTube, libros, juegos en línea o en el teléfono.

Nada del listado anterior es necesariamente malo. De hecho, mucho de ello es necesario y honra a Dios. El problema no es que esas cosas estén en nuestra vida, sino más bien cuánto ocupan de nuestra vida. Simplemente es el número de cosas lo que puede excluir a Dios de nuestra agenda.

Acallando el ruido

En el Salmo 62, la esperanza que David tenía en Dios se presenta en la forma de una espera expectante y silente. ¿Por qué es importante el silencio al buscar a Dios? El silencio es un dejar de hablar, un abstenerse de la actividad. Y como cualquier otro ayuno, la meta es tener más de Dios. Así como acallamos un espacio para poder escuchar el teléfono vibrar, de igual manera, necesitamos, con regularidad, aquietar nuestra vida para escuchar a Dios a través de Su Palabra.

Crear silencio implica reconocer lo que más hace ruido en tu vida. Tu etapa de vida, trabajo, y situación familiar determinará en gran manera lo que más ocupa tu mente. Para algunas, es necesario apagar el teléfono con regularidad. Para otras es no agendar tantas reuniones. No siempre es posible apagar los ruidos que no queremos oír, sino es algo que podemos hacer con regularidad para crear una atmósfera más quieta para que nuestra alma espere en el Señor.

La disciplina de esperar en Dios en silencio puede practicarse a diario, o de manera semanal, mensual, o anualmente. Permíteme compartir algunas maneras en que creo silencio en mi vida.

Diariamente. En días particularmente ocupados, añado “veinte minutos de silencio” a mi lista de quehaceres. Con frecuencia me siento afuera y pongo una alarma para que suene en veinte minutos. El objetivo no es vaciar mi mente, sino más bien  permitir que se llene con pensamientos de Dios. Estudio los árboles, pongo atención al tipo de pájaros alrededor y lo hermoso que se ve una hoja de pasto cuando la sostienes contra la luz. Toda esta atención lleva mi corazón a la alabanza (No veas esto de una manera demasiado romántica. Mis hijos con frecuencia también andan por ahí, corriendo alrededor en esos momentos.)

Semanalmente. Si aún no estás tomando un día sabático, deberías hacerlo. Todo un día de descanso después de seis días de trabajo es un patrón modelado por Dios mismo. (Gén. 2:1-3).  Es un día para silenciar el ruido (trabajo, uso del celular, entretenimiento, tareas, etc.) “Gastar” todo un día, puede ser difícil para la persona obsesionada con la productividad (como yo), pero la quietud que trae a mi alma no tiene precio.

Mensualmente. Tener un “tiempo de quietud” extendido es un ejercicio mensual grandioso. Encontrarse a diario con Dios y la Palabra en oración es excelente, pero no tenemos la oportunidad de permanecer más tiempo debido a otras responsabilidades. Trato de encontrar una manera de salir de la casa por cuatro o cinco horas para adentrarme más profundamente en la Palabra, venir a Dios con preguntas, procesar dónde le veo obrando, a través de escribir en un diario y permaneciendo delante de Él en quietud.

Anualmente. Cada verano, planeo una semana de soledad para buscar proactivamente a Dios y oír de Él. Limito mi interacción con otras personas fuera de casa, lo más posible. Durante ese tiempo no atiendo a reuniones, ni hago citas para tomar el café, para jugar, u otro tipo de eventos sociales. Intencionalmente trato de limpiar mi agenda para poder pasar de dos a tres horas diarias buscando a Dios en la Palabra y en oración. Generalmente me acerco con preguntas como: Dios ¿Qué estoy haciendo que Tú quieres que deje de hacer? ¿Qué quieres que entienda en esta etapa? ¿Cómo puedo amar mejor a mis hijos y a mi esposo? ¿Qué pecado o maldad hay en mi corazón, que yo no puedo ver necesita ser expuesto?

El propósito

El propósito es buscar el rostro de Dios, como lo describe el Salmo 27:8: “Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, SEÑOR, buscaré.” O Salmo 105:4: “¡Buscad al SEÑOR y su fortaleza; buscad su rostro continuamente!”

¿Tu vida de oración solo se trata de hablar sin escuchar? Si es así, vale la pena preguntarse si realmente quieres conocerlo. Sí, la lectura de la Palabra es una manera de escucharlo, es la forma principal de conocer quién es Dios y lo que desea, pero crear silencio mantiene nuestro corazón alerta y escuchando.

¿Cuándo fue la última vez que te quedaste quieta por veinte minutos solo esperando en Dios? ¿Después de tu tiempo en la Palabra te vas corriendo a las tareas del día sin detenerte a escuchar? Busca maneras de cultivar un espíritu quieto que es sensible a la dirección de Dios. Permite que estas ideas despierten tu propia creatividad para encontrar maneras de acallar el ruido en tu propia vida ¿Qué podría ser más importante hoy que buscar el rostro de Dios?

 

“Confía callado en el SEÑOR y espérale con paciencia.” (Sal 37:7)

 

“Mi alma espera al SEÑOR más que los centinelas a la mañana;” (Sal 130:6)

 

*Kelly Needham espera persuadir a tanta gente como sea posible que nada se compara con conocer a Jesús. Está casada con el cantante y compositor, Jimmy Needham.

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