¿Cómo enseñamos a nuestros hijos a tomar decisiones? Parte II


2017-11-28 |  El elogio motiva, impulsa y estimula a la acción. Tengamos todos los días una palabra de estímulo para nuestros hijos.


Sixto Porras*




El poder del elogio

Como padres debemos enseñar a nuestros hijos que cada uno de nosotros es arquitecto de su propio destino. Por lo tanto, las decisiones importantes se deben asumir, no se posponen. No decidir, les traerá consecuencias negativas; aumenta el estrés, produce ansiedad y les pone en conflicto con ellos mismos y con los demás. 

Nuestra misión, como padres, es acompañar, aconsejar, guiar y animar a nuestros hijos a tomar buenas decisiones. Sin embargo, esta orientación no debe fundamentarse en regaños y críticas constantes, en lugar de esto, afírmelos y enséñeles que se aprende a tomar decisiones, tomando decisiones.

Una manera de empoderar a los hijos, para que ellos aprendan a tomar decisiones acertadas, es a través del elogio, pues el reconocimiento de sus cualidades y talentos refuerza el valor y la confianza que tienen de ellos mismos. Esto les ayudará a recorrer el camino de la excelencia, tendrán más iniciativa, más creatividad y se atreverán más, pues perderán el miedo a equivocarse y lo volverán a intentar. Para esto, debemos cambiar la descalificación, por la afirmación, y los sobrenombres hirientes, por el reconocimiento.

¿Qué es elogiar? Según la Real Academia Española, elogiar es dar «alabanzas de las cualidades y méritos de alguien». De modo que cuando elogiamos a nuestros hijos, lo que estamos haciendo realmente es afirmar su amor propio, los hacemos sentir aprobados, aceptados y aptos, lo que les permite sentirse más seguros en todos los ámbitos, inclusive en la toma decisiones.

El elogio motiva, impulsa y estimula a la acción. Por eso, tengamos todos los días una palabra de estímulo para nuestros hijos.

Digamos a nuestros hijos lo orgullosos que nos sentimos de ser su padre o su madre. Cada día tengamos una palabra de afecto como: «Te amo», «vales mucho para mí», «soy el padre o la madre más feliz del mundo», «eres muy especial para mí», «doy gracias a Dios por tu vida», «te irá bien en todo lo que emprendas», «eres capaz de hacer lo que te propones y aún más». Observando las cualidades de nuestros hijos, los podemos afirmar en áreas específicas cada día.

El elogio que reciben en la casa  va a contrarrestar la burla y la humillación que recibirán en la escuela, la práctica deportiva, las clases de música y en la convivencia con sus iguales. No es fácil enfrentar la descalificación o que nos dejen fuera porque no somos los mejores, pero el elogio que recibimos en casa, nos ayuda a compensar esos momentos difíciles que ocurrirán irremediablemente.

Elogio objetivo y verdadero

Es importante recalcar que todo elogio debe ser un sincero reconocimiento. Elogiar es un acto de honestidad y objetividad, muy distinto a exagerar las cualidades o virtudes o a dar pie a las comparaciones con otras personas.

Por ello, elogiar en demasía o dejarlos ganar y decirles que son mejores que otros, en lugar de reforzar una sana autoestima, tergiversa el objetivo, creando pequeños narcisistas. Esto les impedirá crecer con bases firmes, pues desconocerán realmente sus puntos fuertes y sus puntos débiles, además de que no tendrán la humildad de reconocer cuando necesiten ayuda y creerán que el mundo gira a sus pies.

La crítica y la descalificación

Lo contrario al elogio es la crítica y la descalificación. Cuando ellas prevalecen, restamos valor a nuestros hijos, robamos su fuerza de voluntad y producimos recuerdos negativos que se quedan para toda la vida. Una palabra hiriente es difícil de olvidar.

Los hijos que se sienten anulados, menospreciados y humillados, experimentan una gran frustración, porque las palabras o actos de descalificación resuenan en sus mentes, haciéndolos sentir poco capaces y minimizando la habilidad para tomar sabias decisiones incluso en los aspectos más sencillos de la vida.

Podemos elogiar por años, pero el día que herimos con palabras o actos de humillación, podríamos tirar a la basura todo lo bueno que hemos construido. Lo cierto es que ellos crecerán y podrán ser capaces de dejar atrás su poca experiencia, pero las palabras hirientes, las recordarán por mucho tiempo.

Es posible que los momentos de tensión, estrés, cansancio, enojo o frustración nos lleven a responder con descalificación en lugar de afirmación,  por eso, es necesario saber manejar nuestras emociones y, mejor aún, los padres debemos eliminar frases como: «Eres un inútil, no sirves para nada», «eres tonto», «no pasarás de ser un don nadie», «deja eso, yo lo hago mejor», «¿por qué no eres como tu hermano? », «estoy decepcionado de ser tu padre», «mejor no hubieras nacido». O bien, hasta algo aparentemente más inofensivo como, «no llores, eso no es nada», pues lo que significa es que esas lágrimas derramadas no son importantes, por ende, les estamos diciendo; «no es importante lo que tú sientes». Las palabras tienen poder creativo y aclaran el camino o nos llenan de miedo e inseguridad.

Igual sucede con los padres que ignoran al hijo, aunque no hayan palabras, lo que el hijo escucha es: «Tú no existes», «no eres importante para mí». Podemos comunicarle crítica y descalificación con solo nuestro lenguaje corporal y nuestro silencio.

Si nos vemos inclinados a conducirnos de cualquiera de estas formas, podría ser porque lo vivimos cuando éramos niños, y lo interiorizamos como una conducta aceptable.

Consejos para no caer en la trampa de la crítica y la descalificación

·         Perdonemos a quienes nos lastimaron y decidamos no repetirlo.

·         Cuando esté agotado y cansado, tome tiempo para renovar sus fuerzas y ordenar sus emociones.

·         Pidamos perdón y restituyamos el daño. Todos en algún momento hemos lastimado a nuestros hijos. Por ello, todo inicia con un «perdón, lo siento mucho». Este debe ser un acto sincero y debe ser acompañado de una restitución, es decir, de un acto que supere la ofensa.

·         Expresemos cuánto los amamos con palabras, caricias, actos de servicio, obsequios, mensajes de texto o llamadas telefónicas. Esto los hace sentir importantes y saben que tienen un lugar especial en nuestro corazón.

·         Corrijamos bien. A la hora de disciplinar, cuidemos las palabras, los gestos y las acciones. Nuestros hijos necesitan saber que son amados aunque se hayan equivocado. Si corregimos con la actitud correcta, los estimulamos a superarse la próxima vez o a tener más cuidado de los detalles en el futuro.

·         No subestimemos los sentimientos de nuestros hijos. Todos pasamos por momentos donde nos sentimos desanimados, sin fuerza o deprimidos. Ellos necesitan sentirse comprendidos. Muchas veces, en esos momentos, lo más apropiado es un abrazo, no hay que decir nada, solo acariciarlos y acompañarlos.







*Sixto Porras. Director Regional de Enfoque a la Familia.  Autor de los libros: «Amor, Sexo y Noviazgo», «De Regreso a Casa», y «El Lenguaje del Perdón». Coautor de: «Traigamos a los pródigos de regreso al hogar» y «Meditaciones en Familia»