Criando hijos para la gloria de Dios


2020-10-28 | No críes simplemente “pequeños niños buenos”


Por Ann Dunagan

No críes simplemente “pequeños niños buenos”

Como padres con una mentalidad misionera, nuestra meta no es criar a “nuestros” hijos para que sean felices y exitosos (buscando sorprender a las personas con nuestras habilidades como padres). En su lugar, estamos llamados a criar “Sus hijos” para que sean santos y sometidos a Dios (¡buscando que Dios reciba toda la Gloria!).

No criemos pequeños “niños buenos” que se sientan en la iglesia y hacen lo que se les ordena. Sino criemos hombres peligrosos y mujeres que se atrevan a hacer avanzar el Reino de Dios.

Seamos como el guerrero que se describe en Salmo 127. En lugar de agarrar fuertemente “nuestras flechas (tratando de mantener a nuestros hijos “sanos” y “salvos” por nuestro propio esfuerzo), llevemos a nuestros hijos hacia la adultez, en cualquier esfera de la sociedad donde Dios los llame, teniendo nosotras un corazón de padres de total rendición a Dios.

Uno de mis versículos favoritos es Efesios 2:10,

"Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas."

Cada uno de nuestros hijos es diseñado por Dios con talentos únicos, fortalezas, debilidades, personalidades, deseos y dones espirituales.

Nuestro trabajo como padres cristianos es entrenar nuestros hijos diligentemente (Dt. 6:4–9) para que anden exclusivamente en el camino de Dios. Como “mayordomos” de nuestros hijos Dios nos ha encargado con la responsabilidad de entrenar a cada uno para el llamado de Dios para sus vidas.  Somos llamados a criar hijos e hijas en su niñez (Jer. 1:5), su juventud (1 Ti. 4:12), y encaminarlos hacia la adultez para vivir para la gloria de Dios y Sus propósitos eternos.

Amo el texto del Salmo 144:12,

"Sean nuestros hijos en su juventud como plantíos florecientes, nuestras hijas como columnas de esquinas labradas como las de un palacio."

Criemos nuestros hijos para que sean Fuertes y maduros–diligentes, confiables, trabajadores, centrados en Cristo, capaces de liderar y de servir.

Criemos nuestras hijas para que sean valientes- hermosas columnas de estabilidad en nuestra familia y hogar, en la iglesia, y en las vidas de aquellos que necesitan a Jesús.

Entrenemos a nuestros hijos a ser maduros (a que no sean conducidos por deseos carnales ni egoístas)  sino con un corazón de obediencia radical.

A veces no resulta fácil. En nuestra familia, nuestros hijos han enfrentado todo tipo de peligros, desde ministrar en las prisiones genocidas de Rwanda, en un Sudán destruido por la guerra, sobrevivir una tormenta que amenazó nuestras vidas en la Antártica hasta escalar montañas y dirigirse a la guerra.

Nuestras hijas han ministrado a huérfanos en Uganda, India, Nigeria y Camboya; sienten un llamado por adolescentes citadinos problemáticos y por aquellos atrapados en tráfico de personas.

En medio de todo, me he dado cuenta que el temor no es mi amigo. La preocupación no es la actitud materna responsable que debo tener. Por el contrario, elijo ser una guerrera (en oración) en lugar de una madre preocupada. Por la gracia de Dios, elijo la fe y no el temor – para levantar hijos fuertes e hijas valientes que ayuden a extender el reino de Dios. Diariamente, elijo una mentalidad de madre misionera…. ¡oh! ¡Qué gran gozo!

"No tengo mayor gozo que éste: oír que mis hijos andan en la verdad."

(3 Juan 1:4).




 

Usado con permiso. Avivanuestroscorazones.com