2021-02-16 | Un consejo de quien sabe
Por Jason Cordero
Los pastores escuchamos personas. Nuestro ministerio implica la capacidad constante de escuchar a otros. Escuchamos la voz de Dios, a los miembros de nuestra congregación, a personas en consejería, a nuestros colegas, a nuestros superiores y a nuestra familia. Los pastores escuchamos.
Escuchar requiere el ejercicio de habilidades interpersonales. La empatía, el discernimiento, la atención activa y la retroalimentación son necesarias para cuando atendemos pastoralmente a otros. Nuestra capacidad mental se ve exigida y el alma se va cargando poco a poco con las historias que escuchamos. Por esta razón, necesitamos hacer pausas de silencio para recargar nuestro espíritu y poder continuar realizando la obra a la que nos ha llamado el Señor.
Jesús aprovechaba el silencio
La disciplina cristiana del silencio es una práctica un tanto desconocida, especialmente en el mundo occidental. En nuestra sociedad la vida es bulliciosa y rápida, no hay lugar para los tiempos personales, y el ir despacio no es considerado una virtud. Pero Dios no piensa así.
“Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor.”
Lamentaciones 3:26
En cierta ocasión, Jesús había pasado el día predicando, sanando enfermos, liberando y personas atormentadas. Su ministerio estaba en franco crecimiento. Había mucho quehacer y más y más personas le buscaban. Al día siguiente Jesús se levantó de madrugada, pero en lugar de correr a realizar todas las tareas del día, se retiró a un lugar solitario, donde podía estar en silencio para orar a Dios. Tenía que escuchar la historia de muchas más personas, de esa y otras aldeas. Para poder hacerlo aprovechó la bendición de una pausa de silencio.
Practicando el silencio
Practicar el silencio es más que no escuchar. Es buscar espacios para estar a solas, sin compañía, para acallar todas las voces por un momento, incluyendo la propia. Y en ese silencio encontrarnos con nuestro Señor, solamente para estar con Él y disfrutar su presencia que nos consuela, nos alimenta y nos refresca.
El silencio se puede experimentar de varias formas. Por supuesto, podemos realizar retiros personales de uno o medio día. Podemos tener nuestros tiempos de devocionales a solas, además del tiempo familiar. Pero también podemos encontrar el silencio en medio de nuestras actividades regulares.
Las caminatas con Dios, sin música ni audios, son una oportunidad valiosa para experimentar el silencio y escuchar a Dios en la naturaleza, por medio de su creación. O bien, podemos hacer rutas en bicicleta con Dios, nuevamente sin audios, solamente con Su acompañamiento. Nuestros viajes en automóvil al trabajo o cuando regresamos de él, también pueden convertirse en un tiempo sagrado de intimidad con el Espíritu Santo cuando apagamos el radio y nos concentramos en Dios.
Cuando estamos a solas y en silencio con Dios, la meditación cristiana y la contemplación de las verdades espirituales se tornan más ricas y más inspiradoras. Nuestro ser se llena de nuevo y nos sentimos recargados con nuevas fuerzas para seguir realizando la tarea pastoral de escuchar a otros.
Usado con Permiso.Enfoquealafamilia.com