2021-06-07 | Masculinidad - Rol - Pandemia
Por Joan Veloz*
En noviembre del año 2019, sin darnos cuenta, el mundo como lo conocíamos hasta el momento, cambiaría para siempre. El descubrimiento de un nuevo virus llamado COVID19 impactaría las naciones tan profundamente como nunca antes había ocurrido. Las escuelas cerrarían, los aeropuertos dejarían de operar, los trabajos se detendrían, hasta las iglesias se verían obligados a cerrar sus puertas. Cientos de países se unirían para decir a sus habitantes #QUEDATE EN CASA. El quedarse en casa no era ya una opción, era una obligación y todo esto para evitar que el COVID19 se siguiese propagando entre las naciones y enfermando a más personas.
Sin embargo, el #QUEDATE EN CASA no solo serviría para evitar la propagación del virus, sino también para darle la oportunidad a muchos hombres de asumir el llamado que Dios les ha hecho de ser cabezas y sacerdotes de su hogar. Muchos hombres, incluyendo cristianos nacidos de nuevo, se han escudado por años en sus trabajos y en el título de “Proveedor de mi familia”, pero ahora no bastaba simplemente con ser proveedor, era tiempo de ser esposo, padre, pastor, consejero, siervo, roles que muchos no habían estado cumpliendo y otros que incluso no tienen idea de cómo hacerlos.
Primero lo primero, ¿Qué dice Dios?
Antes de ponernos a teorizar o filosofar qué deberíamos estar haciendo como hombres para bendecir y cuidar de nuestra familia en este tiempo, es importante recordar brevemente que nos ha dicho Dios en su palabra que debemos ser:
Líderes: Cuando Dios puso al hombre en el Edén, le dio instrucciones específicas de liderar y gobernar toda la creación (Génesis 2:15). De la misma manera Dios ha determinado que el hombre es el líder de su hogar y como líder está llamado a ir delante, marcando el camino por el cual su familia transitará.
Amadores de los suyos: El hombre esta llamado a amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia (Efesios 5:22-25, 1 Pedro 3-7), y amar a sus hijos como herencia del Señor que son (Salmos 127:3). Este amor es un amor ágape es decir, un amor incondicional. En 1 Corintios 13:4-7 se nos describe cómo luce este tipo de amor: es paciente, bondadoso, sin envidia, que no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Este es el tipo de amor que Dios nos pide tener hacia los de nuestra casa.
Protectores: Tal y como Dios ha prometido proteger a los suyos, así los hombres deben proteger a los de su casa (2 Tesalonicenses 3:3). Pero esta protección no se limita simplemente a la protección física, sino también a la protección espiritual (1 Corintios 16.13). Como padres y esposos es nuestra responsabilidad velar no solo por el bienestar del cuerpo de nuestra familia, sino también por el bienestar de su alma.
Proveedores: El rol de proveedor está claramente establecido en las Escrituras, a tal punto que el apóstol Pablo compara con un incrédulo a aquel hombre de Dios que no cumple con este mandato (1 Timoteo 5.8). Proveer, para nosotros los hombres, no es una opción, es una instrucción aún en los peores tiempos. Sin embargo, sería insensible de nuestra parte no reconocer que hay situaciones extremas en las cuales un hombre no puede cumplir con este mandato. En estos casos ese hombre debe confiar en Dios y recordar las palabras de salmista en el salmo 34:10 “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.”
Sacerdotes: En el Antiguo Pacto, la función del sacerdote era interceder delante de Dios en favor del pueblo (Éxodo 19:5-7), él se presentaba delante de Dios para apelar por el favor de Dios para aquellos a quienes el representaba. De la misma manera nosotros como hombres hemos sido designados sacerdotes de nuestros hogares, llamados a clamar a nuestro Dios fielmente para que Él, según su soberana voluntad, pueda mostrar Su favor y Su gracia a los de nuestra casa (1 Pedro 2:5).
Ahora lo segundo, ¿Cómo podemos hacer eso en tiempos como estos?
Tiempos como los que vive el mundo hoy ponen de manifiesto muchas cosas, pero en especial revelan lo incapaces que somos para cumplir por nosotros mismos los estándares de nuestro buen Dios. Nuestra naturaleza pecadora nos empuja a centrarnos en nosotros y olvidarnos incluso de aquellos a quienes amamos (Romanos 7:19-25). Nuestra confianza es puesta a prueba, nuestra obediencia es puesta a prueba, incluso nuestro amor es puesto a prueba. Es por eso que no debemos ver este tiempo como un juicio de parte de Dios hacia nosotros, sino como un tiempo de instrucción y enseñanza donde el Señor nos está mostrando lo que hay en nuestros corazones y lo que Él espera de nosotros (Deuteronomio 8:2).
Para poder ser cabeza y sacerdote de nuestras familias en este tiempo necesitamos:
A Cristo: Cristo Jesús no es simplemente el salvador de nuestras almas, Él es nuestro Rey, nuestro Señor y nuestro modelo. Es por eso que, para poder liderar, amar, proteger y proveer para nuestra familia necesitamos ver su ejemplo. Necesitamos buscar ser más como Él. Ver cómo él actuó en los momentos de crisis, estudiar Su liderazgo y aprender de la forma como amó, protegió y cuidó e incluso como proveyó para los suyos.
Fe: Definitivamente no podremos terminar esta cuarentena, ni pastorear a los de nuestra casa sino tenemos fe. Fe en las promesas de Dios. Fe en que Él cuida de nosotros. Fe en que todo esto está obrando para bien para aquellos que le amamos (Romanos 8:28). Sin fe es imposible agradar a Dios y sin fe es imposible quedarnos en casa y estar en paz con nosotros mismo y con los nuestros.
Gracia: Si alguna vez pensaste que podrías ser cabeza y sacerdote de tu familia sin la gracia de Dios, queremos recordarte que es IMPOSIBLE. Necesitamos de Su gracia para poder hacer aquellas cosas que Él nos ha llamado a hacer. Es por esto por lo que debemos acercarnos a Él buscando Su oportuno socorro y Su dirección. No podemos solos, necesitamos de Él. (Hebreos 4:16)
Su palabra: Necesitamos venir a Su palabra cada día, buscando Su consejo, Su dirección, Su instrucción y Sus promesas. La palabra de Dios es lámpara a nuestros pies, y como toda lámpara es en momentos de oscuridad donde ella brilla con más fuerza. Para salir victorioso de este tiempo de prueba necesitamos la sabiduría que viene de Dios, por lo cual, el refugiarnos en Su palabra no es una opción sino una obligación
La gloria de Dios como meta: No existe para el creyente un mejor motivador que la gloria de Dios como meta. El glorificar a nuestro Dios en este tiempo en acciones y hechos debe ser el motor que nos empuje a levantarnos en la mañana. El saber que todo ha sido creado por medio de Él por Él y para Él (Colosenses 1:16), debe movernos a actuar según él nos ha pedido.
Finalmente, siendo un poco más práctico.
Para no quedarnos a diez mil pies de altura, quisiéramos motivarte a:
Reflexiona en lo que Dios está haciendo en este tiempo: Aparta momentos específicos del día en donde puedas retirarte unos minutos para reflexionar en aquellas verdades que Dios te ha estado mostrando en este tiempo. Antes de hacer nuestra función de líderes de nuestros hogares tenemos que serlo, sin meditación y reflexión esto no será posible. El Pastor Miguel en su libro “Siervos para su gloria” desarrolla esta problemática del ser humano de hoy, en donde ellos está más enfocados en las cosas que hacen que en quienes son, cito: «Es lamentable y preocupante que el ser humano tenga una alta preocupación por las cosas que hace, mientras que no muestra una alta motivación por cultivar una vida interior que le permita manejar mucho mejor su vida exterior. Esto explica los grandes fracasos que de modo continuo vemos en la vida cotidiana, como cuando una persona no preparada interiormente se lanzó a hacer algo, aunque su carácter no tenía la madurez o la fortaleza necesaria para sostenerse en la carrera hasta alcanzar los objetivos.» Aprovecha este tiempo para creer y SER ese esposo y padre que Dios quiere que seas.
Estudia la palabra: Sé intencional en estudiar la palabra de Dios en solitario pero también con toda la familia. Busca espacios en donde puedas compartir aquellas verdades que Dios te ha venido mostrando. Medita con ellos en aquellos versos que nos dan esperanza y consuelo, pero también busca oportunidades de compartir aquellos textos de la palabra que nos llaman al arrepentimiento, a depender de Dios y buscar vivir para Su gloria.
Ora: El orar no puede ser una opción para nosotros. Hoy más que nunca debemos orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17), en tiempo y fuera de tiempo, no simplemente para que el Señor sane a los enfermos, de sabiduría a los médicos, sino para que Él nos permita glorificarle y que al terminar esta experiencia podamos ser más como Él. Al igual que como con el estudio de la palabra, aprovecha este tiempo para orar con toda tu familia, que ellos puedan escucharlos orar y del mismo modo, que ellos tengan la oportunidad de clamar a nuestro Dios.
Predica el evangelio: Usa este tiempo para hablar de aquellas verdades que nos han hecho libres y que nos recuerdan que nuestro mayor enemigo no es una enfermedad llamada COVID19, sino el pecado y que la única cura que existe es la sangre de Cristo. Recuérdate y recuérdale a los suyos que nuestra esperanza no está en este mundo caído, sino en un mundo venidero, en donde estaremos con nuestro Salvador para siempre. Donde no habrá más llanto ni dolor (Apocalipsis 21:4) y donde la polilla y el orín corrompen (Mateo 6:19).
Se intencional en escuchar: Este es un tiempo donde el temor y la ansiedad arropa nuestros corazones, es por esto que como pastores de nuestras familias, debemos procurar con diligencia el crear los espacios para ver cómo está el corazón de los nuestros, saber con qué están luchando, sus temores y preocupaciones. Al hacer esto tendremos oportunidades de consolar y ministrar incluso a los más chicos de nuestra casa.
Aprovecha bien el tiempo: Recuerda que no estamos de vacaciones, aunque pueda parecer que no tenemos muchas cosas que hacer en casa, sí tenemos. Aprovecha estos días para seguir creciendo, busca libros que leer, cursos en línea que tomar, edifica tú alma de tal manera que al volver a la “normalidad” el hombre que salió de casa no sea el mismo que entró. De igual forma busca invertirte en tu esposa y tus hijos, tener tiempos de calidad con ellos. Crear momentos que los marquen para siempre. Muchos de nosotros debido a nuestras responsabilidades no dedicamos el tiempo suficiente a nuestra familia, hoy Dios nos ha forzado a tener que hacerlo, aprovechémoslo de manera que al pasar el tiempo no tengamos de nada de que arrepentirnos. (Efesios 5:16)
Recuerda, la llegada de COVID19 al mundo no ha tomado a Dios por sorpresa, Él sigue reinando y sigue en control de su creación. Este es un tiempo donde Dios está llamando a Su pueblo a volverse a Él, a buscarle en oración, a reflexionar en sus promesas, a recordar que nuestra seguridad no está en el ahora sino en el Dios que sostiene el ayer, el hoy y el mañana. Nuestra familia necesita que nosotros les lideremos en estas verdades, que le amemos como Cristo nos amó, que les protejamos física y espiritualmente y que sigamos proveyendo para su cuerpo como para su alma.
“Dios es demasiado bueno como para ser cruel, y es demasiado sabio como para equivocarse. Cuando no podemos ver Su mano, debemos confiar en Su Corazón.” Charles Spurgeon.
*Joan Veloz
Conoció la gracia de Dios y fue llamado a salvación en la IBI en el año 2005. Desde su conversión sintió un profundo deseo de servir al Señor impactando e instruyendo a los jóvenes y las familias de la Iglesia. Actualmente se desempeña como coordinador del Ministerio de aplicación bíblica - MAB e inicitiva de discipulado. Su pasión es dar a conocer al Señor Jesucristo y ver crecer la iglesia para la Gloria de Dios. Él es graduado en Derecho y tiene una Maestría en Gerencia y Productividad con Especialidad en Alta Gestión Empresarial. En la actualidad tiene un cargo directivo en una empresa farmacéutica. Joan es graduado de la primera promoción del Instituto Integridad & Sabiduría. Recientemente tuvo el privilegio de graduarse y completar una Maestría en Estudios Teológicos (MATS) en el Seminario Teológico Bautista del Sur y una Maestría en Divinidad (MDiv) en la misma institución. Está casado desde el 2009 con Michelle Suzaña y tienen tres hijos, Daniella, Camila y Miguel Andrés.
Usado con permiso de Ministerios Integridad & Sabiduría.