2021-07-05 | Sabios consejos para cuando tu corazón esté apático
Por Betsy Gómez*
¿Has experimentado etapas en tu caminar con Dios en las que no tienes deseos de orar? Sabes que lo que tienes que hacer pero simplemente todo luce más urgente. El tiempo se esfuma y no encuentras el momento para hacer un alto y presentarte delante de Dios.
Yo he estado ahí. Te confieso que en esas ocasiones me he sentido asqueada por mi propia apatía y desinterés por aquello que más amo. No hay nada en el universo que atesore más que a mi Salvador, sin embargo reconozco que mi corazón se entumece y se embota. Es tan fácil que ese corazón pleno que arde de pasión por Cristo pierda el asombro ante Su belleza y se entretenga con banalidades que lo dejan vacío.
Cada vez que he estado en ese lugar, sin deseos de orar, he podido trazar las mismas huellas que revelan cómo llegué allí. Quiero compartirlas contigo para que puedas identificar si estás tomando el mismo camino que me ha llevado a sentir apatía por la oración.
Poca exposición a la Palabra de Dios
Mi apetito por la oración está directamente ligado con mi dieta de la Palabra de Dios. Mi corazón engañoso necesita ser recordado con la Verdad constantemente. Necesito recordar que soy una pecadora en desesperada necesidad de gracia; lo que Cristo ha hecho a mi favor y la verdad acerca de mi identidad. Necesito recordar quién está en el trono de mi vida y cuál es mi misión como discípula de Cristo.
La Palabra de Dios es un espejo que me señala mi necesidad de correr al trono de la gracia en busca de la ayuda sobrenatural que Dios ha provisto a través de la oración. Cuando no me expongo a la Verdad de las Escrituras, mi corazón me engaña muy fácilmente.
Falsa ilusión de autosuficiencia
Mi falta de oración revela mi pecado de orgullo. Evidencia que tengo un alto (y errado) concepto de mí misma que me lleva a pensar que soy autosuficiente. Pienso que puedo batallar contra el enemigo y el pecado en mis propias fuerzas.
Deseos que gobiernan mis decisiones
Mi desánimo por la oración es muchas veces el resultado de permitir que mis deseos gobiernen mis decisiones. Tengo un corazón que por naturaleza es engañoso y no puedo confiar que sus deseos están alineados a la verdad. Ningún cristiano quisiera reconocer que no desea a Dios. Pero la verdad que he encontrado en mi corazón es que mi apatía por la oración manifiesta que no le deseo. Por ejemplo, la falta de tiempo que en ocasiones alego, muestra la verdad acerca de mis prioridades. Cuando realmente atesoramos a alguien o amamos algo, le damos toda nuestra atención y devoción.
Necesito informar mis deseos constantemente con la verdad de la Palabra de Dios y someterlos a ella. En una ocasión leí un post de Tony Reinke1 acerca de razón real por la que dormimos de más en las mañanas y me encantó su perspectiva cuando dijo: Somos criaturas impulsadas por el deseo de gratificar deseos. Por ejemplo, no me levanto a orar en las mañanas porque mi deseo de dormir es tan fuerte que gobierna mi razón y la anula.
Alto consumo de sustitutos de conexión
Hemos sido creados para vivir en constante comunión con nuestro Dios y la oración es uno de los medios de gracia que Él nos ha regalado para satisfacer esa necesidad. Pero en lugar de correr a su trono, en ocasiones corro a sustitutos que me proveen un falso sentido de conexión. En lugar de doblar mis rodillas en las mañanas, inclino mi cabeza y me «medico» con una dosis de redes sociales.
¿Cómo podré reconocer mi necesidad de Dios y mi pobreza espiritual si mis sentidos intoxicados por el exceso de entretenimiento? ¿Cómo voy a despertar a la Verdad si la glotonería social ha adormecido mis sentidos? ¿Cómo voy a desear a Dios si estoy complaciendo mi apetito con lo que no alimenta? Cuando no tengo deseos de orar, necesito preguntarme: ¿estoy alimentando mi alma con sustitutos que disminuyen mi pasión por Dios?
¿Te sientes identificado conmigo? Sé que la pregunta que sigue es, ¿y entonces qué hago?
La solución para un corazón que no tiene deseos de orar
La buena noticia es que, si eres un hijo de Dios, no tienes que quedarte atrapado en ese hoyo. ¡Dios es poderoso para transformarnos! En cada momento de necesidad, Él me ha ayudado. Y aunque quisiera darte una fórmula que garantice que tu deseo por la oración regrese, la verdad es que no hay nada místico que pueda ayudarte. La solución para un corazón que no tiene deseos de orar es orar. Entonces, ¿cómo puedes responder?
No trates de «redimir tu falta» con un plan de oración complejo. Si lo único que puedes decir es: Señor, ayúdame; pues que esa sea tu oración una y otra vez. Clama a Él con tu oración sincera. El Espíritu Santo intercede por ti cuando no sabes qué orar. (Romanos 8:26)
Pide al Señor que abra tus ojos a los pecados de los que necesitas arrepentirte. Arrepiéntete y corre a Cristo con la confianza de que su gracia siempre es suficiente para tu necesidad. (Salmos 19:11-13; Hebreos 4:16)
Llena tu mente de la Palabra de Dios. Léela, estúdiala, escúchala, convérsala y órala. (Hebreos 4:12)
Pídele al Señor que incline tus afectos a Él. Desconéctate de todo lo que esté haciendo menguar tu pasión por el Señor. Decídete a hacer morir las pasiones pecaminosas que te envuelven. Y sé intencional en recordar las maravillosas verdades del evangelio, deja que tu corazón se cautive por ellas. (Gálatas 5:24; 1 Pedro 2:11)
Ora en todo tiempo. No limites tu tiempo de oración solo a un momento en específico. Deja que la oración le dé forma a todo lo que haces, habla con Dios mientras haces las tareas ordinarias del día a día. (1 Tesalonicenses 5:17)
¿Vas a responder en obediencia al llamado de Dios a la oración? (1 Tesalonicenses 5:16-19) ¿Te ha dado Dios convicción de pecado con relación a tu vida de oración? ¿Qué esperanza encuentras en el evangelio para dar ese paso a la obediencia?
1 Reinke, Tony. Why we really sleep in. Desiring God.
*Betsy Gómez tiene una gran pasión por inspirar a otras mujeres a atesorar a Cristo en lo ordinario de la vida. Ella dirige el área de creatividad de Aviva Nuestros Corazones y las iniciativas de alcance de Joven Verdadera. Nació en la República Dominicana, y ahora vive en Irving, Texas, donde su esposo, Moisés, sirve como pastor hispano en la iglesia First Irving. Tienen dos niños y una niña.
Usado con permiso, avivanuestroscorazones.com