¿Cómo ayudarlos a dejar de quejarse y aumentar su gratitud?


2021-11-15 | “Estoy aprendiendo a dejar de esperar que la vida sea fácil y cómoda y que todo el mundo siga mi plan.”


Por Tricia Goyer*

Mi esposo y yo creímos que tuvimos una gran idea cuando desafiamos a nuestra familia a que intentaran pasar un año sin quejarse. El porqué era simple: las quejas dañan las relaciones. Las quejas dañan nuestro corazón. Las quejas desprecian la bondad de Dios.

El problema era que a los niños se les hacía fácil ver los defectos de los demás, pero les costaba trabajo ver sus propias debilidades. Esto era especialmente cierto cuando sus quejas iban más allá de las palabras.

“Quejarse no es solo refunfuñar y reclamar”, les expliqué un día a principio de ciclo escolar. “También significa poner los ojos en blanco y suspirar con fuerza”.

Mi hija adolescente Maddie, se rio y dijo: “Yo hago eso”.

Le cerré un ojo y le dije: “Sí, pero no eres la única”.

Le propuse que miráramos el tema desde otra perspectiva: “¿Cuáles son algunas cosas que tendemos a hacer cuando estamos molestos?” le pregunté.

Empecé a escribir las palabras tal y como mis hijos las iban diciendo: quejarse, poner los ojos en blanco, refunfuñar, reclamar, criticar. Cuando vimos la lista nos dimos cuenta de que cada uno de nosotros tenía su propia forma de quejarse.

¿Por qué nos quejamos?

Después de que logramos entender cuál es la forma personal en la que cada uno se quejaba, el primer paso para ayudar a mis hijos a evitar sus quejas fue ayudándoles a identificar cuál era el origen de su queja.

Expectativas insatisfechas

Las quejas empiezan cuando esperamos que algo salga de cierta manera, pero no sucede así. Por ejemplo: los niños pueden empezar a quejarse cuando esperaban tener más tiempo para jugar en los videojuegos, pero en lugar de eso, se les recuerda que tienen tarea. También pueden quejarse cuando su tarde se convierte en una tarea interminable o cuando se les invita a un evento social.

Cuando esperamos algo, pero sucede lo contrario, queremos que todo el mundo sepa cuán molestos estamos por eso. Desafortunadamente, estas pequeñas quejas pueden convertirse en grandes resentimientos que llegan a dañar nuestras relaciones.

La próxima vez que escuche a sus hijos quejarse, pregúnteles cuáles eran las expectativas que tenían, y si realmente eran realistas. La mayoría de las veces no lo eran. También estoy aprendiendo a trabajar en la forma en la que yo respondo cuando suceden cosas inesperadas, incluso mientras trato de enseñarles a mis hijos a hacer lo mismo.

Mentalidad de víctima

Cuando queremos ayuda o sentimos que el mundo está en nuestra contra, tendemos a refunfuñar y a quejarnos para conseguir que los demás hagan lo que queremos. Victimizarse a menudo logra hacer que los demás actúen. Pero caer en esta trampa es peligroso.

En lugar de victimizarse y quejarse de lo difícil que es la vida, los niños pueden aprender a pedir ayuda de forma cortés. Comunicar nuestras necesidades reduce nuestras quejas. Por eso, cuando escucho a mis hijos refunfuñar les pregunto: “¿Estás tratando de pedirme ayuda?”. Esto permite que mis hijos vean que yo me intereso por sus necesidades, pero espero que traten de obtener la ayuda que necesitan de otra forma que nos sea quejándose.

Un corazón inconforme

Existe mucha inconformidad en nuestro trabajo, en nuestros hogares y en toda nuestra vida en general. Y ahora, con las redes sociales, compartimos nuestra inconformidad con cualquiera que preste atención. Y para empeorar las cosas, ahora incluso nuestros seguidores aplauden nuestro discurso de infelicidad e insatisfacción ya que “somos personas genuinas”.

Sin embargo, en el fondo, nuestras quejas le están diciendo a Dios: “Lo que estás haciendo no es suficiente para mí”. Quizás tratemos de ganar atención o sentir la simpatía de otras personas, pero nuestras palabras siempre son un reflejo de nuestro corazón; y también son un reflejo de la confianza que tenemos en Dios. Esto nos lleva al segundo paso del entrenamiento que les doy a mis hijos:  ayúdeles a entender la seriedad con la que Dios se toma sus quejas. 

Las quejas deshonran a Dios

A veces nos quejamos y pensamos que no es algo tan grave. Sin embargo, la Biblia dice que las quejas son como “reclamos sin fe”. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento reprenden las quejas, pero en Números 14:26-30, Dios comparte cuán graves son las quejas para Él. Debido a que los Israelita se quejaron bajo el liderazgo de Moisés, no se les permitió entrar en la Tierra Prometida. Dios los llamó un pueblo “malvado”, porque vio lo que había en sus corazones.

Todos los días necesitamos orar para que Dios cambie nuestro interior.  Dios quiere que lo miremos con agradecimiento por lo que ha hecho por nosotros y por lo que nos ha suplido, en lugar de escuchar nuestras quejas cuando las cosas no salen como esperábamos. Y esto es algo que hay que aprender, porque al final de todo, nadie es agradecido por naturaleza.

¿Quejarse o agradecer?

¿Cómo logramos que nuestros hijos paren de quejarse? Enseñándoles a ser agradecidos.

Llene un frasco de gratitudes

La primera idea que tuve fue crear un frasco de gratitud. Cada vez que los niños se quejaban, tenían que escribir algo por lo que estaban agradecidos y ponerlo en el frasco. Pero cuando mis hijos estaban de mal humor, obligarlos a dar gracias no funcionaba.

Me di cuenta de esto cuando mi hija adolescente estaba molesta porque tenía que limpiar su habitación. Me contestó tantas veces que tuvo que poner nueve trozos de papel en el frasco. Y todavía se quejaba mientras escribía esas nueve cosas por las que estaba “agradecida”.

Miré el frasco y todos esos pequeños pedazos de papel y entendí que era imposible obligar a alguien a ser agradecido. Por supuesto, ella escribía en el papel, pero solo lo hacía de forma externa, no había verdadera gratitud en su corazón.

Esta es una mejor forma de usar el frasco de gratitud: Anime a sus hijos a escribir notas de gratitud cuando realmente se sientan agradecidos. Anoten sus gratitudes en un trozo de papel y luego colóquelas en el frasco. De esta forma, los trozos de papel se convierten en recordatorios de las bendiciones en nuestras vidas. Como familia hemos descubierto que esto funciona mejor.

El agradecimiento es una evidencia de que Dios actúa en nuestra alma. Tomar nota de nuestra gratitud les recuerda a nuestros hijos que cuando estamos agradecidos, hay alguien a quien tenemos que darle las gracias: A Dios.

Haga que la gratitud se convierta en algo importante

Los labios rápidos para alabar, en lugar de quejarse, no aparecen de la noche a la mañana. Así que la mejor manera de reforzar la gratitud es detectarla cuando se produce. Cuando descubra a alguno de sus hijos siendo agradecido, elogie su actitud de agradecimiento. Entre más haga esto, más oportunidades tendrán sus hijos para aprender a ser agradecidos.

Además, agradezca a sus hijos por las cosas que hacen, pero también agradezca a Dios (una y otra vez) por las personas en las que se han convertido sus hijos, y deje que ellos lo escuchen. Utilice palabras amables y agradecidas con frecuencia. Si la gratitud es un asunto del corazón, tenemos que hablar al corazón de nuestros hijos.

Modele el agradecimiento

Por mucho que no queramos, cuando se trata de enseñar a nuestros hijos a cambiar la queja por el agradecimiento, nuestra capacidad de practicar lo que predicamos será la clave más importante. Cuando soy un ejemplo de gratitud, les enseño a mis hijos cómo hacerlo.

Cuando me sorprendo a mí misma de mal humor, estoy aprendiendo a dejar de esperar que la vida sea fácil y cómoda y que todo el mundo siga mi plan. En cambio, confío en que lo que tengo ahora es exactamente lo que Dios quiere que tenga. Y le doy las gracias en ese momento.

Así como podemos quejarnos con palabras o poniendo nuestros ojos en blanco, podemos demostrar agradecimiento con un susurro de agradecimiento y una sonrisa. En el fondo de todo, lo que quiero es que nuestra familia sea conocida por su estilo de agradecer, en lugar de sus estilos de quejarse. Y, aunque requiere un trabajo diario, nuestro año de gratitud nos ha hecho mejores.




© 2021  Focus on the Family. Todos los derechos reservados. Utilizado con permiso. Escrito por Tricia Goyer. Publicado originalmente en inglés en focusonthefamily.com.