Escucharlo todo y retener lo bueno


2022-02-02 | Maternidad: qué hacer con la multitud de consejos


Por Massiel Vásquez

Tenía un tiempo sin escribir para ustedes. La verdad es que, después de que me casé y llegaron nuestros dos hermosos hijos, mi tiempo para hacer ciertas cosas se redujo considerablemente. He tenido que aprender a priorizar; el proceso de la maternidad para mí ha sido de mucho aprendizaje y rendición al Señor. Si antes pensaba que una de las etapas en la que Dios más me pulió fue el matrimonio, hoy puedo decirte que me ha pulido aún más en el proceso de maternidad y crecimiento de mis dos hijos.

Así que, si eres una madre joven que está iniciando la hermosa etapa de la maternidad al igual que yo, quiero compartirte algunas cosas que he aprendido en el transcurso de mi viaje.

Escúchalo todo y retén lo bueno

Algo que no te dicen en los eventos de baby shower o cuando estás a la espera de la llegada de un hijo, es que muchas personas se acercarán con buenas intenciones y te darán consejos, tips, estrategias y opiniones sobre lo que debes hacer, lo que debes de comprar, si tienes que hacer una rutina o no, entre muchas otras cosas más. Por esa razón, como madres primerizas tendemos a abrumarnos y olvidarnos de que Dios está en control de todo. Muchas de nosotras reaccionamos incorrectamente hacia los demás o no damos importancia a los consejos que se nos dan.

Así que, quiero recordarte lo que dice Santiago 1:19: «Esto lo saben mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira».

Santiago nos recuerda varias cosas:

1. Debemos estar listas para escuchar

Si tienes un bebé o estás a la espera de su nacimiento, te invito a que incluyas dentro de tus oraciones que el Señor te dé la gracia, y que tus oídos estén atentos a escuchar. ¿Recuerdas lo que dice Tito 2:3-5?

«Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta … que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada».

El Señor manda a las mujeres mayores que nos enseñen, pero es necesario que las más jóvenes tengamos un corazón enseñable, con oídos prestos para recibir consejo e instrucción, y poder aprender y poner por obra.

2. Debemos ser lentas para hablar

Dios nos llama en muchas ocasiones a cuidar nuestra manera de hablar hacia los demás, porque, a decir la verdad, podemos crear heridas profundas en los demás, e inclusive en ocasiones podemos llegar a ser piedra de tropiezo o de mal testimonio.

Yo he sido muchas veces aquella hermana que abruma a madres primerizas, pero también me ha tocado vivir del otro lado de la moneda. ¡Tengamos cuidado hermanas! Cuando no medimos nuestras palabras de manera correcta, podemos hacer que los demás se cuestionen inclusive por su identidad en Cristo.

En una ocasión, una hermana se acercó a mí y me dijo: «Massiel, tu valor en Cristo es tu identidad, no lo que dicen los demás sobre ti o sobre alguna situación específica de tu vida. Recuerda refugiarte en el Señor y recordar: “Yo soy quien dice el Señor que soy”». Este fue un recordatorio refrescante para mí en ese momento, que también me hizo pensar que no podemos controlar las opiniones de los demás, pero sí nuestras actitudes.

Oremos el Salmo 49:3:«Mi boca hablará sabiduría, y la meditación de mi corazón será entendimiento».

En lugar de responder con dureza, vayamos en oración a Dios pidiendo sabiduría y recordando el versículo de Proverbios 10:19: «En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, pero el que refrena sus labios es prudente».

3. Debemos ser lentas para enojarnos

No todos los consejos son malos, en muchas ocasiones necesitamos que los demás nos digan cosas que a veces nuestros ojos no están percibiendo, y muchas veces son personas que son enviadas por Dios para seguir ayudándonos en nuestro caminar con Él a través de la etapa que estamos viviendo.

«Yo esperé sus palabras, escuché sus argumentos, mientras buscaban qué decir; les presté además mucha atención». -Job 32:11-12

Así que te invito a que seas lenta para enojarte y le pidas al Señor que te dé ojos para ver, que abra tu corazón y tu entendimiento, y te dé sabiduría para entender lo que Él quiere mostrarte. Debemos pedirle a nuestro Dios mucha humildad para reconocer cuando nos hemos equivocado, porque nuestro orgullo siempre florece en momentos donde el otro nos apunta nuestras fallas, errores o situaciones que no tenemos en nuestro radar.

Por ejemplo, hace poco tuve una situación con mi hijo Mattias. Hubo un tiempo en el que algunos familiares percibieron que el niño no se le entendía bien cuando pronunciaba algunas palabras, a lo que yo siempre respondía de manera rápida, sin analizar bien el porqué, que todos los niños se desarrollan de manera diferente. Hasta que el Señor me dirigió a apartarme por un tiempo, buscar consejo, orar y abrir mi corazón para buscar una opinión médica sobre esa situación. Y, efectivamente, mi Mattias necesitaba un empujoncito con una ayuda profesional en su lenguaje. Hoy estoy muy agradecida a Dios por ese momento incómodo de diferencia de opiniones familiares, pues gracias a eso pudimos proporcionar la ayuda necesaria.

Así que, así como lo he ido aprendiendo en mi vida, te invito a que tengas un corazón dispuesto a escuchar, inclusive aunque las palabras no sean dichas de una manera correcta. A veces la verdad no siempre es cómoda, pero no hay nada más gratificante que conocer y hacer la voluntad de Dios.

No seamos como el pueblo de Israel, de quien Dios dijo: «Sin embargo, ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que fueron tercos para no oír ni recibir corrección» (Jeremías 17:23).

«Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria». -Proverbios 11:14







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