Atrapadas entre dos mundos


2022-07-25 | Encuentra valor en la vejez


Por Viola Núñez de López*

¿Qué es para ustedes la vejez?

Algo que a nadie le gusta pero que es una realidad inevitable. Se parece a la muerte. Nadie quiere hablar de ella, pero sabemos que un día nos llegará.

Yo tengo una respuesta mejor… La vejez es «una placa de reconocimiento que nos da la vida».

Pregunta: ¿A quién de ustedes no le gustaría que le dieran una placa?  ¿Por los años de servicio en su oficina? ¿por su labor en la comunidad?; pero… ¿pero por vieja? ¡Ay no! Pero ¿por qué no quisiéramos una placa como ésa?

Porque se nos ha hecho creer que ser vieja es sinónimo de estar acabada. Es como decir que somos material desechable.

A las que nos ha tocado envejecer en esta época del irrespeto, los valores relativos y la tecnología avanzada, estamos peor, porque nosotros nos desarrollamos en una época en que se respetaba a la persona mayor. El cabello blanco, las líneas del rostro y el cuerpo encorvado eran símbolo de experiencia. La juventud acudía a los viejos en busca de sabiduría. Así se formó nuestra conciencia y eso fue lo que se grabó en el disco duro de nuestro cerebro.

Pero ahora, eso no tiene ningún valor. Lo que vale es lo nuevo, lo moderno, lo que cambia día a día. Por tanto, la juventud es la que brilla y la vejez se ve como algo ya empañado.

Entonces, ¿qué pasa con nosotros? Que nos sentimos atrapadas entre dos mundos: el mundo en el que nacimos y crecimos y el mundo en el que nos ha tocado envejecer.

¿Qué podemos nosotras hacer para sobrevivir en medio de una sociedad que tiende a rechazarnos?

Mis hermanas, déjenme decirles algo: Tenemos que ser realistas. El tiempo no se detiene, avanza… la juventud de hoy no va a retroceder, somos nosotras las que tenemos que tratar de adaptarnos, y de tratar de actualizarnos en la medida de lo posible para dejar de sentirnos tan rechazadas. ¡ojo! Los relojes no caminan hacia atrás.

Ustedes recuerdan que en nuestro tiempo los relojes eran de cuerda, se detenían en una hora y había que darle cuerda de nuevo cada día porque de lo contrario se quedaban atrasados. Pues así es la vida, como un reloj. Hay que mantenerse dándole cuerda. Cuando dejamos de hacerlo nos sentimos desfasadas, como que no cabemos en ningún sitio en este tiempo.

Nuestra vida está regida por diferentes relojes:

el reloj genético;

el reloj cronológico;

el reloj cultural;

el reloj familiar; y el más importante:

el reloj de Dios.

El reloj genético

Cuando fuimos concebidas, trajimos con nosotros factores genéticos que nos acompañarán toda la vida como herencia de nuestros progenitores… que si el temperamento, el físico, que si la forma de hablar, etc.  Por ejemplo:  si nuestra mamá era gordita, en la medida que vamos envejeciendo nos vamos poniendo de manera parecida; que, si en la familia de mi papá había muchos calvos, si heredamos algunos de esos rasgos, en la medida que envejecemos se nos va cayendo el pelo. Y así sucesivamente. O sea, que el reloj genético va marcando cambios en nosotras conforme a lo heredado; dependiendo, claro, de la marca del reloj, que en este caso sería nuestro apellido.

El reloj cronológico

En cada cumpleaños el reloj pierde algo de su cuerda, puede que mi cuerpo continúe igual, pero mentalmente hay una baja, aunque yo no me dé cuenta. Por Ej.  Hoy tengo 70 años. Si mañana es mi cumpleaños, mañana tengo 71; es tan solo un día de diferencia, pero ese día cuando el reloj cruzó esa rayita yo me sentí un año más vieja… Y así voy cargando años sobre mí.

El reloj cultural

Por otro lado, la cultura ejerce mucha presión sobre nosotras. Yo me debo a lo que culturalmente se espera de mí.  Ejs. Aquí en Santo Domingo vivimos en una cultura cerrada, en la que a las viejas se les da muy poca participación. Se entiende que los viejos no deben trabajar. Se les retira en su casa o en un asilo. Y si a usted se le ocurre vivir como joven… dicen «mira esta vieja loca, o, esa vieja verde». En cambio, en una cultura abierta las viejas trabajan, van al gimnasio, se bañan en la playa (y con traje de baño de 2 piezas), y se divierten, y eso no es criticable. Lo más que dicen es: «mira, esa vieja si tiene personalidad». ¡ja! ¡ja!

El reloj familiar

Vivimos aferradas a lo que era costumbre hacer en la familia. Por Ej. mi mamá no se ponía pantalones porque su mamá no los usaba. Por tanto, ella entendía, que cuando yo fuera vieja tampoco debía ponérmelos. O sea que las viejas de la familia siempre tienen que seguir el mismo patrón.




La cuestión es, que cuando nosotras tratamos de mantenernos al día con todos estos relojes, perdemos el balance, porque nunca marcan la misma hora.

Recuerdo que, en mis tiempos de juventud, había en la calle El Conde una joyería llamada «la Veneciana». El dueño era un italiano. En ese lugar era donde casi todos íbamos a arreglar los relojes.  Aquel Sr.  tenía toda la pared llena de distintos tipos de relojes, y a mí me llamaba mucho la atención el hecho de que todos marcaban siempre la hora exacta, porque eso es muy raro. Si ustedes tienen en su casa tres relojes, podrán haberse dado cuenta que entre ellos siempre hay alguna diferencia, aunque sea de minutos. Pero los relojes de la Veneciana todos estaban siempre en una misma hora. Un día se me ocurrió preguntarle cómo hacía para que esto fuera posible: Y esto fue lo que me contestó: «yo mantengo uno marcando siempre la hora exacta y los demás los cronometro con ese«. Excelente relojero. Sabía cómo mantener siempre todos sus relojes con la misma hora. Por eso no se le atrasaba ni se le adelantaba el tiempo.

Nosotras también tenemos un reloj que siempre marca la hora exacta. Lo que tenemos que hacer es cronometrar todos los demás con ese reloj. y ¿Saben cuál es?

El reloj de Dios

Como cristianas, nuestra posición debe ser: si lo que marca mi reloj genético, mi reloj cronológico,

mi reloj cultural y mi reloj familiar, está  acuerdo  con el reloj de Dios, lo acepto; si no  trato de  rechazarlo. Aquí poner ejemplos…

Hermana…, déjame recordarte que tienes un valor en ti misma. No es lo que te dice la genética; no lo que te marcan los años, no lo que te dice la cultura ni la familia, sino lo que marca el reloj de Dios. Si lo que te gusta, si lo que te atrae, si lo que te anima no es rechazado por Dios no importa lo que piensen los demás. Vive tu vida. Siéntete útil. ATRÉVETE. No eres material desechable… Escucha esto:

Saliste de las manos de Dios. (Salmo 139:13) «Porque tu formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre»…

Jesús te compró a precio de sangre. (1 Corintios 6:20). »Pues por precio habéis sido compradas»

Dios valora tus años y tus canas (Levítico 19:32) Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano y a tu Dios temerás».

Proverbios 16:31 (Corona y honra es la vejez).

En el mundo las cosas se van depreciando con el paso del tiempo; PERO EN DIOS EL PASO DEL TIEMPO DA MÁS VALOR. Si yo asimilo esta verdad, puedo vivir cómoda con mi pasado, motivada con mi presente, y esperanzada con el futuro.

En el mundo todo conspira para hacerme sentir vieja; pensar como vieja y actuar como vieja, pero VIVIR COMO VIEJA ES MI DECISIÓN.

EL TIEMPO NO ME ANIQUILA, ME ESCULPE. Cuando se esculpe algo es tratando de hacer con eso una obra de arte.

NOSOTRAS SOMOS UNA ESCULTURA, UNA OBRA DE ARTE.

Los términos retirado o jubilado no existen en el vocabulario de Dios. La Biblia no habla ni de santos retirados ni de cristianos jubilados. Usted puede retirarse de una actividad, de un empleo, pero no puede retirarse de la vida hasta que la manden a buscar, y como no sabemos cuándo será, mientras tanto, tenemos que avanzar. Podemos ser un MONUMENTO A LA VEJEZ O UNA CARICATURA DE LA JUVENTUD.

¿Tú, que decides ser?

Dice el Salmo 90:12 «Enséñanos a contar de tal modo nuestros días que traigamos al corazón sabiduría». Seamos sabias.




Extracto de charla impartida a mujeres de Edad Dorada de la IBI.




*Viola Núñez de López. Su mayor anhelo es poder servirle al Señor hasta el último de sus días. Es educadora de profesión y por vocación. Miembro de la Iglesia Bautista Internacional, IBI, donde pertenece al equipo de consejería y ofrece servicios como mentora de mujeres. Es madre de cuatro, abuela de catorce y bisabuela de trece.

Publicado con permiso // integridadysabiduria.org //