2023-01-09 | ¿Estarías dispuesta a compartir tus anhelos por el futuro o tus temores de que tus sueños nunca se hagan realidad?
Por Katie Laitkep*
Cuando era pre adolescente, en algún lugar de mi dormitorio, en una polvorienta colección de libros y tarjetas de cumpleaños, hay algunas notas que le escribí a mi futuro esposo. En hojas de oficina, garabateé oraciones por su corazón (en cualquier lugar del mundo en el que se encontrara).
Nunca se han abierto. Esta no es una publicación sobre la noche en que le entregué esas cartas al chico con el que me casé. No estoy casada. No se trata de cómo el momento fue todo lo que siempre quise: dulce y romántico, un sueño hecho realidad.
No, esta publicación es para la mujer soltera. Es para ti que te preguntas si puedes admitir que también tiene cartas sin abrir (con suerte en sobres sellados), que pueden o no ser leídos por otra persona. ¿Estarías dispuesta a compartir tus anhelos por el futuro o tus temores de que tus sueños nunca se hagan realidad?
Tu esperanza más frágil
La esperanza puede sentirse increíblemente frágil. Piensa en la última vez que te sentaste frente a una amiga y la escuchaste hablar sobre un deseo que ha mantenido en secreto, ya sea que su sueño fuera quedarse en casa con sus hijos o seguir una nueva carrera. Cuando decidió decírtelo, fue como si te entregara un pedazo de su corazón y te lo confiara para que lo sostuvieras con cuidado.
Compartir tu esperanza, no importando el tema es difícil, porque la esperanza requiere un resultado. La esperanza se ve como algún tipo de cumplimiento o medida de éxito. Cuando una amiga habla de lo que espera que suceda, se vuelve vulnerable a la posibilidad de que nunca suceda.
En lugar de arriesgarse a la vergüenza de tener que explicar lo que salió mal cuando nuestras esperanzas no se hacen realidad, puede parecer más seguro evitar compartirlas en absoluto, incluso con Dios. Podemos tratar de rechazar los anhelos, pensando que eso nos ayudará a sentirnos menos desilusionadas si el resultado deseado nunca ocurre.
Como mujer soltera, puedes pensar que si dejas de esperar un esposo, no te sentirás tan mal cuando el estado de tu relación siga siendo el mismo. Lo entiendo. He fingido que no es importante para mí, e incluso, por temporadas, he dejado de orar por la posibilidad del matrimonio por completo. Pero como seguidoras de Jesús, tenemos una mejor opción: se nos ha dado una forma segura de tener esperanza.
Esperanza y humildad
El mes pasado envié una encuesta a un grupo de adultos solteros y pregunté: «Cuando oras por tu futuro cónyuge, ¿por qué oras?». La respuesta de una mujer se destacó. «Normalmente no oro por él», dijo, «me resulta difícil orar y creer que hay una persona para mí».
Tú puedes sentirte de la misma manera. Miras hacia atrás en los últimos años y te preguntas por qué nadie te ha invitado a salir. Has seguido todos los consejos que has encontrado en línea: has tratado de ser más atractiva, más interesante, más misteriosa, tener más citas. . . pero no te ha hecho tener más esperanza de encontrar a alguien. En todo caso, muchas veces se siente que todos los esfuerzos son como una pérdida de tiempo, y ahora resulta aún más difícil orar con esperanza u orar por este deseo.
Puede ser difícil. Pero esto es lo que tendemos a olvidar: la naturaleza misma de la esperanza es anhelar y esperar. «La esperanza que se ve no es esperanza, porque ¿quién espera lo que ve?» (Ro. 8:24).
Construir esperanza no sucede pasando más tiempo frente a un espejo. El antídoto para el desánimo en las citas no se encuentra en un ambicioso plan de superación personal. Si queremos aumentar nuestra confianza en lo que solo Dios puede lograr, tenemos que dedicar menos tiempo a arreglarnos a nosotras mismas y pasar más tiempo con Él.
Toma tu biblia y lee el Salmo 131. Este salmo corto de solo tres versículos se divide en dos temas: humildad y esperanza. No siempre las unimos, pero David lo hizo. Proporcionó un modelo de esperanza en Dios que puedes aplicar incluso a los deseos más personales de tu corazón.
Comienza por reconocer tu orgullo y reconocer tus limitaciones
En el Salmo 131:1, David le dijo al Señor: «Mi corazón no es orgulloso». ¿Puedes decir lo mismo? Es posible que puedas detectar el orgullo en otras áreas de tu vida, pero rara vez cuando se trata de tu soltería. Incluso puedes asumir que lo estás haciendo bien en esta área, porque te sientes cualquier cosa menos arrogante acerca de tu potencial para el matrimonio.
Pero el orgullo ama una fiesta de lástima un sábado por la noche. Aparece y nos hace sentir lástima por nosotras mismas porque no somos deseadas por los demás de la manera que sentimos que merecemos. El orgullo hace que nuestras cabezas giren para mirar a las amigas que reciben más atención masculina que nosotras. El orgullo quiere que las demás nos encuentren dignas y nos sentimos heridas cuando no lo hacen.
El orgullo también susurra que sabe más que Dios. David no permitió que se le escaparan pensamientos como este. Escribió: «No ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí» (v. 1). Optó activamente por la humildad, y optó por no ocuparse de actividades que iban más allá de lo que podía realizar por sí mismo.
Humíllate ante el Dios que no está sujeto a nada
David no estaba hablando de citas, pero el principio se mantiene: todos necesitamos corazones humildes. Puede que ya creas que es presuntuoso pensar que Dios tiene un esposo para ti, pero también es presuntuoso creer que no lo tiene. Tu conocimiento es limitado. No sabes lo que Dios ha planeado para el futuro, e incluso si lo supieras, no puedes llevarlo a cabo como solo Él puede hacerlo. Él es capaz de tomar incluso a las más «indeseables» entre nosotras y darnos un cónyuge, si Él lo desea y cuando lo desee.
A él le importa. Él se preocupa por tus deseos y se preocupa por tu desconfianza. Si estás es un área en la que luchas por creerle a Dios, reduce la velocidad hoy para examinar por qué. Pídele a Dios que te ayude a despojarte de cualquier orgullo que te haga creer la mentira de que la independencia es mejor que la vida rendida a Él. Pídele a Dios que te ayude a mirar a Jesús, no para que te dé un esposo, sino para que aprendas a confiar en Él con todo tu corazón. No hay brazos más seguros a los que correr que los suyos.
Aquieta tu corazón en la fe
En el Salmo 131:2, David expresó que un corazón humilde encuentra descanso en Dios: «He calmado y acallado mi alma; como un niño destetado en el regazo de su madre». David aprendió a confiar en el Señor. Como un niño acurrucado en el regazo de su madre, experimentó la paz, no por sus circunstancias, sino por Aquel que lo sostuvo.
Puede que no tengas el hábito de volverte hacia Dios y hablarle sobre tu vida amorosa. Pero si anhelas paz, satisfacción y calma, ¿a dónde más puedes ir sino a Él? Sigue a Cristo en oración, sabiendo que son las manos traspasadas por los clavos las que sostienen tu esperanza más profunda.
Anima a otros a poner su esperanza en Dios
En el Salmo 131:3, David hizo una invitación a todo Israel: «Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre». Debajo de sus palabras había una expectativa confiada: Dios respondería. La fe de David era como la de un niño, sencilla pero segura porque sabía en quién esperaba.
Cuando has aprendido a confiar en Cristo, no puedes evitar querer que otros hagan lo mismo. Mirarlo a Él con fe y descubrir que ninguno de los que esperan en Él será avergonzado (Sal. 25:3)
Confianza centrada en la cruz
Amiga soltera, ¡te entiendo! Has sido lastimada y herida por la decepción, e incluso permitirte tener esperanza es difícil. Pero debes saber esto: nadie es más seguro que Jesús.
David confiaba en el carácter de Dios. Así que, nosotras que vivimos de este lado de la cruz, ¿no deberíamos apoyarnos aún más en Él? La esperanza dirigida a Cristo nunca será una esperanza fuera de lugar, «porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dad»” (Ro. 5:5)
Señor, Tú ya conoces mis temores sobre el futuro. No sé lo que está por venir, pero Tú sí, y se puede confiar en Ti sin importar el resultado. Elijo poner mi corazón en Tus manos y toda mi esperanza en el precioso y poderoso nombre de Jesús. Ahora y para siempre. Amén.
*Katie Laitkep. Katie trabajaba como maestra en un hospital cuando Dios la llamó a unirse a Revive Our Hearts como escritora del personal. Su sitio web, apatientprocess.com, es un registro de la fidelidad del Señor en las enfermedades crónicas.
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