2023-07-03 |
Por Mónica Valadez
Golpes de humildad. La gente dice que los necesitamos de vez en cuando para no despegar nuestros pies de la tierra y recordar que sabemos muy poco y nos falta mucho por aprender. ¿Será que para eso es que necesitamos la humildad? ¡Por supuesto que no! El Señor nos llama a ser humildes, porque solo con los humildes es con quienes Él habita, solo podemos acercarnos a nuestro Creador si tenemos un corazón humilde y dependiente de Su misericordia.
Mira lo que dice Isaías 57:15: «Porque así dice el Alto y Sublime que vive para siempre, cuyo nombre es Santo: “Yo habito en lo alto y santo, y también con el contrito y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los contritos”».
Más allá de «no perder el piso» por nuestra dignidad, capacidades y justicia propia, lo que el Señor quiere de nosotros es que reconozcamos quién es Él y cuál es nuestra posición como personas que tendemos continuamente al orgullo y la autosuficiencia. Nos creemos buenas personas, ¡esa es la verdad! Creemos que no somos para nada parecidas a los demás que pecan deliberadamente contra Dios y así, podemos confiar en nuestra rectitud. Y ese orgullo nos aleja de Dios (1 Pd. 5:5).
Entonces, la humildad no es algo que necesitamos de vez en cuando, ¡es algo que necesitamos todos los días!
En una ocasión, Jesús estaba rodeado de personas que se creían buenas, que confiaban en su rectitud y menospreciaban a los demás porque los veían como inferiores; ellos se creían más buenos y santos. Así que les contó una parábola de un fariseo y un publicano. Los fariseos eran los líderes religiosos del pueblo que les enseñaban la ley; eran maestros de alto rango espiritual que fungían como guías para otros. Y los publicanos eran los cobradores de impuestos, quienes eran ceremonialmente impuros puesto que trabajaban en el día de reposo y tenían contacto continuo con los gentiles; ellos eran conocidos como traidores pues abusaban de la gente y los extorsionaban con prácticas deshonestas al robarles su dinero.
Antes de continuar, te quiero animar a detenerte aquí y leer Lucas 18:9-14 para que te puedas poner en contexto con todos los detalles de la parábola.
Ahora sí, ¿lista? Repasemos juntas algunos puntos importantes de esta historia. Jesús confrontó a la gente y les mostró su orgullo, Él les enseñó 3 condiciones que describen a una persona humilde:
Reconoce quién es Dios
El fariseo oraba consigo mismo. Esta no era una oración realmente, era un alarde a su supuesta santidad, tenía un exceso de confianza al presentarse delante de Dios porque sentía una autosatisfacción de cómo vivía su vida. Por otra parte, el publicano ni siquiera quería alzar Sus ojos al cielo porque sabía delante de quién estaba, del Dios santo.
Reconoce su condición delante de Dios
El fariseo dijo: «Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres...ni aun como este recaudador de impuestos». Básicamente le dijo a Dios: «Gracias porque soy bueno». Y el publicano, en su condición perdida, le dijo al Señor: «Dios, ten piedad de mí, pecador». Este hombre sabía que era un pecador y nada más; no había obra alguna que él pudiera mencionar para sentirse favorecido por el Dios santo a quien le oraba.
Reconoce su necesidad de Dios y pide perdón
El fariseo comenzó a recitar su lista de obras que lo hacían sentir justo y satisfecho delante de Dios: daba sus ofrendas y ayunaba dos veces al día porque era parte del ritual judaico, pero era solo eso, ¡un ritual! Su corazón estaba tan alejado de Dios a pesar de sus obras en las que confiaba; él se creía mejor que los demás por ellos. En cambio, el publicano dijo: «Ten piedad de mí…». Él no tenía nada que ofrecer, sabía que no tenía nada de qué enorgullecerse; solo podía pedir piedad por el perdón de sus pecados, pedir misericordia al ver su condición y necesidad de salvación.
¿Cómo concluyó Jesús esta parábola? «Les digo que este descendió a su casa justificado pero aquel no; porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido» (Lucas 18:14).
Así es, un corazón orgulloso presenta una falsa adoración delante de Dios y viene a Él para cumplir con un ritual en su vida; mientras que un corazón humilde tiene un arrepentimiento genuino porque reconoce su necesidad continua por su inclinación al pecado. Un corazón orgulloso tendrá su fin en la humillación de parte del Señor, pero un corazón humilde es justificado, es perdonado y será exaltado.
Despójate de ti misma y vístete de la justicia de Cristo y de Su santidad
Después de analizar esta parábola, tal vez te diste cuenta de que en tu humildómetro te has comparado con otras personas para identificar que no eres tan orgullosa, pero hoy quiero animarte a ir más allá y evaluarte con la vara de medición de Dios. Él pide de ti que seas como Jesús.
«Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús,el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». -Filipenses 2:5-8
¡Wow! Cristo se despojó de Su gloria, tomó forma de siervo aunque Él es el Rey del universo, se hizo semejante a los hombres aunque Él es Dios, fue obediente hasta la muerte, sufrió la peor muerte por ti y por mí, para darnos salvación, para dejarnos ejemplo.
Si quieres tener la actitud de Cristo y comenzar a cultivar la humildad en tu vida, reconoce quién es Dios, reconoce tu condición y necesidad delante de Él y pide perdón, despójate de ti misma y vístete de la justicia y santidad de Cristo.
«Pero ustedes no han aprendido a Cristo de esta manera. Si en verdad lo oyeron y han sido enseñados en Él, conforme a la verdad que hay en Jesús, que en cuanto a la anterior manera de vivir, ustedes se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad». -Efesios 4:20-24
Amada joven, si aún tienes dudas de maneras específicas en las que se puede reflejar el orgullo en tu vida, te retamos a poner a prueba tu orgullo y tomar este test: «41 evidencias de orgullo».