2024-03-11 | Encuentre tres formas de sembrar la gratitud en el corazón de sus hijos.
Por Lee Nienhuis
Recientemente estuve esperando la llegada de mi hija de 11 años frente a la terminal del aeropuerto. Estaba muy emocionada de verla. Las dos habíamos tenido un gran viaje. Ella había ido a visitar a sus abuelos en Texas, mientras su papá, su hermano mayor y yo viajábamos a Haití para dar una conferencia.
Solo habían pasado 12 días, pero la jovencita que se bajó del avión vestida de botas, sombrero vaquero y gafas modernas, no se parecía a la “menor de edad no acompañada” que había dejado en el aeropuerto hace dos semanas. ¡Nunca me esperé que regresara con tanto equipaje!
Cuando nos contó de su viaje, habló de lo bien que la pasó. ¡Me di cuenta de que mis papás la habían consentido demasiado! Me alegré por ella. Sin embargo, cuando nos acercábamos a la banqueta para encontrarnos con su hermano, me pregunté si acaso las perspectivas de mis dos hijos acerca de la abundancia y la gratitud habían crecido, pero en direcciones opuestas. Mi hijo acababa de pasar tiempo en Haití, donde aprendió a valorar aun las bendiciones más básicas de la vida. ¿Habría mi hija sido agradecida por las diferentes experiencias y oportunidades que había tenido? Pensé.
Más tarde, mi mamá me aseguró que efectivamente había sido agradecida y que había disfrutado convivir con ella. Mi corazón de madre descansó, y recordé cómo el Apóstol Pablo habla acerca de las raíces de la gratitud en su carta a los Filipenses: “Sé lo que es vivir en la pobreza y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.” (Filipenses 4:12 NVI)
Estar contento y agradecido, aunque tenga hambre o esté satisfecho; en la pobreza o en la abundancia; en todas y cada una de las situaciones.
La pregunta que surge es ¿Cómo puedo enseñar a mis hijos a ser agradecidos? Mientras acompaño a mis hijos a través de las distintas experiencias de la vida, mi anhelo es que puedan llevar consigo este secreto de la gratitud. Estas son tres verdades que deseo que mis hijos comprendan.
La Gratitud es Obediencia
Cuando la Palabra nos dice: “entren por sus puertas con acción de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza” (Salmo 100:4 NVI), no es una sugerencia. Se nos instruye que demos gracias porque esta es la voluntad de Dios para nuestra vida (1 Tesalonicenses 5:8). En otras palabras, no ser agradecido es pecado. Por esta razón, es importante que presentemos una ofrenda de gratitud tanto en los momentos de gozo, como en los momentos de quebranto y desilusión.
La orden de ser agradecidos no es un mandato superficial o una invitación a decir palabras con ligereza. De hecho, manifestar gratitud hacia Dios no es algo que le beneficie a Él, si no a uno mismo. Creo que verdaderamente debe ser la manera más excelente de vivir, pues si no lo fuese, Él nunca hubiese establecido tal expectativa para nosotros. Como padres, entendemos por intuición que una de nuestras metas es enseñar a los hijos a ser agradecidos, y que decir “las palabras mágicas”, es una disciplina necesaria. Aunque no hay nada mágico en decir “gracias”, el hecho de ser agradecido es transformador.
La Gratitud ve hacia Adelante
Al inicio de nuestro servicio en Haití, me encontré en un conflicto personal pensando cómo podría transmitir esperanza a las mujeres con las que estábamos trabajando. Definitivamente no podía prometerles que Dios cambiaría sus circunstancias. Eso me dejaba intranquila. ¿Cómo es que podemos orar y dar gracias en medio de tal desesperación? Finalmente, en medio de mi lucha y el silencio, Dios me recordó que ha prometido Su presencia y Su poder en medio de toda circunstancia.
Somos un ejemplo de gratitud para nuestros hijos cuando constantemente reconocemos que Dios está obrando en toda situación que ellos enfrentan. De esta forma enseñamos a los hijos a ser agradecidos. Él ha dicho: “nunca los dejaré; jamás los abandonaré” (Hebreos 13:5 NVI). Esta promesa nos permite orar agradecidos con Dios porque Él estará con nuestros hijos tanto en sus victorias como en las pruebas que tendrán; en medio de los tiempos de abundancia y tiempos de necesidad. También podemos agradecer que Él “dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Romanos 8:28 NVI).
Tomando en cuenta esta verdad, he tenido que ajustar la manera en la que oro por mis hijos antes de que salgan de casa cada día. Sí, aún sigo orando por las necesidades de mis hijos (Padre, por favor ayuda a que Gabriela recuerde todo lo que aprendió para su examen de hoy) pero, también oro con firmeza y mayor gratitud hacia Dios porque ha prometido Su presencia y sabiduría conforme mis hijos aprenden a confiar en Él.
La Gratitud ve hacia Arriba
Nuestra gratitud debe estar arraigada en el carácter de Dios, no en nuestra abundancia o bendiciones materiales. Esta es una lección que mi hijo Brendan aprendió profundamente durante nuestro viaje a Haití. Cuando viajo, generalmente no me abruma tener que experimentar algo nuevo, sino los colores insípidos, la suciedad y la basura de las calles. A veces puedo tardar minutos, y otras veces días, en encontrar la riqueza del lugar al cual Dios me ha llevado.
Sin embargo, aprendí que Brenden sí podía ver las cosas tal cual eran. Mientras conducimos por la ciudad de Puerto Príncipe, veía cómo mi hijo observaba y aceptaba el entorno. Circulamos por calles empolvadas y agrietadas, pasamos edificios agujereados por balas recientes, pero de alguna manera no necesitaba indagar sobre lo que mi hijo percibía al estar expuesto a este grado de pobreza. Donde yo vi vendedores desesperados por que compraran sus mercancías, él simplemente miró la economía local. Cuando pasamos junto a un lote baldío dónde había vehículos estacionados y un hombre anciano los lavaba en medio del lodo, Brendan podía ver un exitoso “lavacar”. ¡Tener un auto limpio también era importante ahí! La novedad de los panoramas, los olores y toda la experiencia lo llenaban de asombro. Su mente no se enfocó en la aflicción, sino en la belleza, el ingenio y la abundancia.
Sería fácil decir que simplemente fue la típica simpleza infantil de un adolescente. Sin embargo, no había nada de ingenuidad en el mensaje que escribió a su grupo de jóvenes después de regresar a casa: “Aquellos que planean ir a Haití este verano,” escribió, “prepárense para que se les rompa el corazón. Por un lado, verán un profundo nivel de pobreza, pero por otro, el gozo extremo del Espíritu Santo en aquellos que han creído. Los pastores y todos los que comparten a Cristo diariamente, tienen gozo, aun en medio de sus dificultades. Así que ¡cobren ánimo!, y sean tan alegres en su fe como ellos”.
El Verdadero Secreto
Vuelvo a sonreír cada vez que pienso en lo sencillo que fue para mi hijo hablar de estas verdades teológicas, y cómo fue que instruyó mi corazón. El regalo de la salvación es razón suficiente para rebozar de gratitud, y enseñar a los hijos a ser agradecidos.
Creo que ese es el verdadero secreto: La obra de Cristo en nuestra vida simplemente es mayor que cualquier circunstancia, por más rica o pobre que sea. Puede que sea tentada a inclinarme a pensar que la gratitud de mi hijo ante la pobreza extrema sea más valiosa que la de mi hija que, a diferencia de él, recibió abundantes bendiciones y regalos. Sin embargo, entendí que el carácter también es forjado cuando se puede permanecer humilde y agradecido, aun en los tiempos de abundancia. La gratitud es una respuesta adecuada ante toda circunstancia, porque la presencia de Dios no cambia; ni de país, ni de isla, ni en la abundancia, ni en la necesidad.
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