2017-12-05 | Errar al decidir: solo fracasamos cuando no lo volvemos a intentar.
Sixto Porras*
Enseñando a tomar decisiones con esperanza
Todos los días tomamos decisiones. Para eso nacimos, para crecer, madurar y avanzar. Algunas veces tememos errar en las elecciones que hacemos, sin embargo, solo fracasamos cuando no lo volvemos a intentar, cuando nos paralizamos, cuando no tomamos decisiones y cuando dejamos que el miedo nos domine.
Los padres que acompañan y supervisan a sus hijos en la toma de las decisiones proveen seguridad y confianza para enfrentar las consecuencias negativas y disfrutar de los buenos resultados. Nuestro rol incluye enseñarles que algunas veces está bien equivocarse, y que se debe perder el temor al fracaso porque es posible superar los momentos difíciles y levantarse de nuevo.
¿Cómo ayudamos a nuestros hijos a vencer el miedo?
· Ayudemos a que distingan el miedo saludable, del miedo que nos detiene. No todos los miedos son dañinos. El miedo saludable es el que nos ayuda a ser preventivos, analíticos y no nos permite correr riesgos innecesarios, pues es respuesta a nuestro instinto de conservación. Pero el miedo que se alimenta del temor a fracasar es aquel que se fundamenta en las inseguridades.
· Expliquemos que el miedo que paraliza, solo se vence cuando discernimos cuáles son los obstáculos reales de los imaginarios y les damos solución. Sobreponerse a los obstáculos nos ayuda a avanzar en la dirección que hemos definido.
· Enseñemos que el miedo a los desafíos solo se vence decidiendo y siendo perseverantes. Los desafíos forman parte de la construcción de nuestra vida y de nuestro futuro. Cuando decidimos, construimos esa vida y ese futuro que tanto anhelamos.
· Lo contrario al miedo, es la esperanza que produce libertad, acción y movimiento.
· La experiencia provee confianza, por eso nuestros hijos deben desarrollar el hábito de tomar sus propias decisiones. Esto les ayuda a enfrentar sus temores. Independientemente de los resultados, debemos animarles a que lo hagan la próxima vez.
Empoderando a los hijos
Debemos permitir que los hijos tomen las decisiones propias de su edad y es indispensable desarrollar en ellos la confianza necesaria para que se sientan útiles, capaces, afirmados, aceptados, amados y animados.
Los padres debemos empoderar a nuestros hijos, haciéndoles conciencia de que pueden decidir por ellos mismos, que tienen la inteligencia para hacerlo y debemos asegurarles que recibirán nuestro consejo. Esto les brinda la confianza necesaria para avanzar en la consecución de sus metas personales. En la primera etapa de sus vidas, debemos estar con ellos para acompañarlos, y para animarlos cuando se equivoquen o se quieran rendir. Pero a la vez, felicitarlos cuando logren tomar la decisión correcta o tengan la valentía de asumir las consecuencias de una decisión que no resultó como lo esperaban.
Asimismo, debemos ayudarles a enfrentar la crítica, la descalificación, los sobrenombres hirientes, las comparaciones y, sobre todo, debemos ayudarles a enfrentar los momentos difíciles, las adversidades y los fracasos.
Lo que nuestros hijos llevan para enfrentar el mundo es lo que han recibido en casa. Es ahí, donde les enseñamos sobre el valor que tienen y los afirmamos lo suficiente para que puedan compensar las cosas negativas que van a encontrarse. Enseñemos a nuestros hijos a vencer el temor al qué dirán y a ser diferentes.
Los hijos que no tienen la compañía saludable de sus padres en esta importante dinámica de aprendizaje, crecen sintiéndose inseguros y temerosos, porque no saben qué pueden hacer, no saben cuándo hacerlo y no sienten el estímulo necesario para ejecutarlo. Son niños y jóvenes que normalmente no terminan los procesos, no evalúan los resultados y van creando un patrón de conducta errado.
Lo que nuestros hijos deben tener presente al tomar decisiones
· Decidamos con sentido común. Se decide no en función de lo que se siente, sino en razón de lo que debe hacerse.
· Decidir es un acto de inteligencia, y forma el carácter.
· La duda muchas veces estará presente. La duda no siempre es mala, pues nos invita a pensar, a razonar y a investigar, y eso es bueno. Pero no debe hacernos postergar el siguiente paso.
· Al tomar una decisión, elegimos un camino y, por lo tanto, se descartan las otras alternativas. Por eso, debe ser la mejor elección.
· Cuando tomemos la decisión, avancemos en esa dirección sin culpa, con fuerza y con mucha determinación.
· Decidir implica acción, movimiento y constancia.
· Celebremos cada uno de los éxitos, esto nos anima y estimula a seguir el camino.
· No tengamos temor a equivocarnos. Equivocarse no es un fracaso, es una fuente de aprendizaje y experiencia.
· Cada decisión es una enseñanza de vida. Por lo que debemos aprender a detenernos para valorar, corregir, agradecer y celebrar.
· Lo más fácil es no decidir, pero actuar de esta forma no conduce a ninguna parte. Si no decidimos, el miedo se quedará justo donde está y puede convertirse en un patrón de conducta si se lo permitimos.
· Decidir es un acto muy personal, por eso, no podemos depender de la aprobación de los demás, o de que todas las circunstancias sean las óptimas.
· Terminemos lo que iniciamos, eso se convierte en estímulo para la siguiente etapa.
· Decidamos sabiamente quiénes queremos que nos acompañen en el trayecto de la vida, porque ellos facilitan u obstaculizan, animan o desaniman, son fieles o traicionan.
· No ignoremos el consejo y sepamos buscarlo de la mejor fuente.
· Demostremos que amamos, valoramos y respetamos a nuestros hijos, así cuando realicemos nuestro rol de mentores y guías, se sentirán seguros de que lo hacemos porque los amamos y tenemos las mejores intenciones. De lo contrario, pensarán que solo queremos dominarlos o manipularlos a nuestro antojo y por egoísmo.
Inspiramos a nuestros hijos, al asumir la responsabilidad de las consecuencias de nuestras propias decisiones. De esta forma, les enseñamos a tomar las mejores decisiones, en tanto nosotros como padres y como adultos seamos responsables de nosotros mismos y de lo que hacemos.
*Sixto Porras. Director Regional de Enfoque a la Familia. Autor de los libros: «Amor, Sexo y Noviazgo», «De Regreso a Casa», y «El Lenguaje del Perdón». Coautor de: «Traigamos a los pródigos de regreso al hogar» y «Meditaciones en Familia». Esposo de Helen, y padre de Daniel y Esteban. Su pasión es ayudar a las familias a mejorar.