Cuando muere la persona que amo


2018-05-01 | ¿De qué forma puedo hallar consuelo y esperanza?


Juan Constantino*

La muerte de quienes amamos es un tema poco comentado y analizado. Aun en familia es un tema que se evita. Al crecer, aprendemos que las pérdidas son parte de la vida, pero muchas veces no estamos preparados para enfrentarlas. Si bien podemos sobrellevar mudarnos, terminar la escuela, una relación de amistad, un noviazgo, perder una mascota, un empleo o jubilarnos, siempre se nos dificultará más la pérdida de quienes amamos.

El mundo cambia cuando muere alguien amado. No sabemos cómo enfrentar su ausencia y el dolor es difícil de sobrellevar. La vida se transforma en aflicción, pena y dolor por esa ausencia.

De pronto se siente:

o   Desorientado

o   Trastornado

o   Atemorizado

o   Enojado

o   Culpable

o   Profundamente triste y

o   Solo

Esa gama de sentimientos es normal. No hay nada establecido que dicte cómo debe sentirse. El duelo en cada persona es diferente pero todas esas emociones se manifiestan.

Etapas del duelo

Elisabeth Kübler-Ross expone las etapas del duelo de la siguiente manera:

1. Negación o aislamiento

Cuando muere un ser querido la primera reacción es negación, no dar crédito a lo sucedido. Ante esto, algunos se abruman y se alejan porque no saben manejar la situación.

2. Enojo

A manera de escape ante el dolor de la pérdida, la persona entra en la fase de rabia o de enojo: hacia el personal médico que “no atendió bien” a su familiar, hacia el fallecido por abandonarlo o, incluso, hacia Dios. En esta etapa es normal sentir rabia y tristeza a la vez.

3. Negociación

La etapa del regateo supone un paso hacia la aceptación, es decir, a asumir lo sucedido. Esta etapa se caracteriza por sentirse culpable. La persona se dice: “es mi culpa”, “no le atendí a tiempo”, “me hubiera quedado con él o ella”, “le hubiera escuchado”, “le hubiera llevado a otro hospital”, etc.

4. Depresión

Como cuarta etapa, la depresión, la cual debe entenderse en el duelo más como la manifestación de una profunda tristeza. Esto es lo que mayormente caracteriza a la cultura latinoamericana, según la experiencia del Dr. Luis Alfonso Reyes Zubiría (México, 1935-2013), el cual dice acerca  de la tristeza en el duelo: “… el mexicano, más que rabia, manifiesta tristeza. Una enorme, profunda tristeza. Hay quienes sienten de verdad que van a morir de tristeza. La tristeza se manifiesta cuando se vive algo que uno no quisiera vivir. Entonces, prácticamente la tristeza habita en nosotros… Y la tristeza es un dolor, no físico sino mental.” Sigue añadiendo: “No es el paso del tiempo lo que logra la recuperación del triste, sino el reajuste de ideas”. O sea, lo que hacemos con el tiempo.

5. Aceptación

La fase final del duelo es la aceptación. Que no significa resignación. La aceptación es reconocer la voluntad de Dios y, desde esa perspectiva, asimilar la pérdida. Aceptar que debemos reordenar nuestra vida con un nuevo comienzo, sin olvidarnos del amado que partió. El recuerdo de la persona amada siempre estará, y esto nos alentará para continuar.

La esperanza le sostendrá

Demostrar enojo hacia Dios no es malo. Recordemos la reacción de Marta por su hermano Lázaro (Juan 11:21,22). “A veces la ira se dirigirá contra Dios… Enojarse contra Él, es creer en Él. Es tener Fe. Y esta es fuente de esperanza. Nadie puede enojarse contra un Dios en quien no cree.” (Zubiría, 1991).

Pero ante nuestra reacción natural, Jesús expone su respuesta sobrenatural: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?”. (Juan 11:25-26)

Ante esa promesa, el dolor irá disminuyendo cada día y nos fortalecerá para aceptar nuestra pérdida. Su Palabra nos guiará. Leer los Salmos traerá paz al corazón y a pesar del dolor sentiremos el gozo del Señor e incluso podremos entonarle alabanzas.

Recordemos que no estamos solos, nos rodea nuestra familia natural y espiritual. Los amigos cercanos pueden llamar por teléfono y visitar a la familia para acompañarles en los días posteriores, pues con su cercanía los que sufren se sentirán fortalecidos.

Sobre todas las cosas, no dejemos que la desesperanza nos ahogue. La esperanza renovará nuestras fuerzas para enfrentar la ausencia un día a la vez. No olvide que la esperanza va atada a la fe y al amor (1 Co.13:13); fe en quien todo lo puede, y el sentir de Su amor en cada nueva mañana. Tenga la seguridad de que Dios no le abandonará nunca.

Algunas recomendaciones:

o   Descargue su tristeza en Dios, viva un día a la vez, ore y lea la Biblia (especialmente los Salmos).

o   No haga cambios inmediatamente. Tómese tiempo antes de tomar decisiones importantes.

o   Cuide de su salud. Aliméntese bien y, si lo necesita, acuda a su médico.

o   Comparta con sus amigos. Déjeles saber que pueden hablarle por teléfono y visitarle.

o   Reúnase con grupos de apoyo sobre el duelo. Hablar con otras personas que también están sufriendo ayuda a sanar el dolor propio.

o   Busque ayuda profesional. Acudir a un consejero profesional (un pastor capacitado o un consejero en su congregación) o a un terapeuta, puede serle de benéfico.

o   Escriba un diario sobre las diferentes emociones que enfrenta cada día. Destine tiempo para usted: leer, escuchar música, pintar, caminar, etc.

o   No descuide su familia. Ellos también sufren y necesitarán tiempo para adaptarse a esa nueva vida sin el ser querido.

o   No desespere. El duelo varía en cada persona (aproximadamente de 6 a 12 meses).







*Juan Constantino; originario de México. Ha sido pastor y docente en diversas asignaturas bíblicas por 25 años. Cuenta con licenciatura en Ciencias Químicas y una maestría en Teología. En los últimos 10 años, se ha enfocado en el Ministerio de Consejería “Educación para las Relaciones Familiares”. Se ha especializado en temas de Tanatología (consejería al enfermo terminal y la recuperación del duelo). Autor del libro “Expedientes del Dolor”, libro de poesía tanatológica, de ayuda en la recuperación del duelo ante las diferentes pérdidas que enfrentamos.